domingo, enero 05, 2014

El Aparatito Lumiere A PROPÓSITO DE LLEWYN DAVIS (INSIDE LLEWYN DAVIS)



 
**** y 1/2

Empezamos el año con buen cine y con unos hermanos Coen que recuperan su mejor pulso con uno de los mejores filmes de su carrera, el mejor desde El Hombre que  Nunca Estuvo Allí (2001). Joel y Ethan vuelven a apostar por una historia original escrita por ellos en lugar de hacer remakes o adaptaciones literarias como en No es País para Viejos (2007) o Valor de Ley (2010) que pese a darles  excelentes resultados en los últimos años aún hacían añorar aquel tono iconoclasta, cinéfilo y genial de filmes tan variados como Muerte entre las Flores, Barton Fink, Fargo o El Gran Lewobsky, unos filmes que crearon escuela. Pues bien, en esta ocasión los Coen  vuelven a no hacer apenas concesiones a la comercialidad con una película que recupera aquel aliento independiente de sus mejores filmes y la amargura tragicómica marca de la casa en el límite entre la comedia costumbrista y el drama mas desgarrado. Ambientada a principios de los 60- la verdad es que los Coen se lucen como pocos cineastas cuando recurren al pasado más inmediato con una ambientación y atmósfera que parece que nos transporta cual máquina del tiempo- Inside Llewyn Davies es un excelente drama costumbrista con la música como omnipresente telón de fondo y que rinde homenaje a aquel mundillo singular en los EEUU de finales de los 50 y principios de los 60 que fue el Greenwich Village de Nueva York, el barrio donde se gestó el movimiento folk que encumbró a Joan Baez, Phil Ochs, Tim Buckey, Tom Paxton y por supuesto, Bob Dylan y en donde los universitarios y beatniks trazaron el mapa conceptual de la primera generación de la contracultura contestataria norteamericana que florecería a lo largo de la década de los 60. El personaje central Llewyn Davis, excelentemente interpretado por un nombre a tener en cuenta como es Oscar Isaacs, es un cantautor folk que trata de iniciar su carrera en solitario a comienzos de los 60 tras pertenecer a un dúo tipo Simon & Garfunkel, pero lastrado por su precaria situación económica, los problemas con su exnovia y sus dudas y falta de autodefinición personal no logra hacerse con un nombre dentro de la incipiente escena folk discográfica.  Encuentros y desencuentros con mecenas, colegas músicos, familiares y extraños que irrumpen por sorpresa pululan en su desordenada existencia, fiel reflejo de muchos artistas bohemios americanos en aquella época. Pero la película no se queda en la crónica generacional de los folksters del Greenwich sino que bucea en el drama personal para mostrar como un caos intelectual y situacional a veces absurdo e inmerecido y casi siempre encontrado al azar actúa de frustrante impedimento no solo para los logros personales sino para cualquier fin noble. Davies, cantautor barbudo de origen italiano, judío y galés trata de representar al nuevo americano de los 60 idealista pero topado de bruces y noqueado con una realidad que le venció. Una especie de trasunto adulto del Charlie Brown del cómic que enseguida se hace con un hueco en el corazón del espectador en medio de una historia sugerente y minimalista con un tono de modesta epopeya contemporánea.


A lo largo del filme contemplamos muchos rasgos característicos del cine de los Coen: personajes (equívocamente) extraños y casuales, momentos anecdóticos bien insertados, gotitas de comedia en medio de un drama descarnado o simbolismo metafórico en entornos cotidianos, como ese gato que recorre la película en momentos clave. Una buena banda sonora con algunas canciones originales interpretadas por el propio Isaacs (algunas pseudo versiones de temas ya existentes) tratan de ilustrar el estado anímico e inquietudes de los protagonistas con homenajes a Peter, Paul & Mary, The Clancy Brothers o Kenny Rogers de la mano de trasuntos de estos intérpretes además de la propia (lejana) inspiración del personaje de Llewyn Davis, el oscuro cantautor Dave Van Ronk.  Merecen destacarse el fragmento durante el cual la película se torna en road movie y que supone un inteligente homenaje al Jack Kerouak de On the Road y a todo el rollo beat de Kerouak y  Allen Gisnberg (con intervención de John Goodman, un fetiche para los Coen) y los instantes finales con el encuentro del protagonista con su meta y todo lo que viene después en una parábola sobre el fracaso y el eterno retorno.  Un nuevo acierto de estos dos hermanos de Minnesota, unos de los mejores cineastas de los últimos 30 años.

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