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Hacía
mucho tiempo que un filme de época decimonónica
no resultaba tan cuidado, honesto, esforzado e interesante como este
biopic del pintor británico William Turner (1775-1851) uno de los mayores
exponentes del romanticismo pictórico y precursor del impresionismo cuya
impronta estética ha resultado enormemente influyente en la cultura inglesa. Un
personaje con bastantes peculariedades y aspectos interesantes en su biografía
que pedía a gritos una película, algo que ha hecho con sumo esmero y grandes
dosis de oficio el siempre eficiente Mike Leigh (Indefenso, Secretos y
mentiras, Happy) con una película
que cumple más que con creces su proposito de mostrar las calves vitales y
psicológicas de un hombre genial pero extraño en una Inglaterra de la primera
mitad del siglo XIX extraordinariamente recreada. Leigh, que también firma el
guión, ha insuflado a su filme un aroma coherentemente pictórico con una
atmósfera que parece precisamente sacada de los cuadros del artista (un pintor
principalmente de marinas y paisajes cuya obra fue muchas veces injustamente
vilipendiada en su vida) ayudado por la preciosa y sugerente fotografía de Dick
Pope, que sin caer en refinamientos artísticos y tramposos consigue
transportarnos a la
Inglaterra de mediados del XIX. Unos encuadres sublimes en
donde los espacios cerrados, las ventanas, los recovecos y el sentido de la
distribución de pasillos, habitaciones y la dicotomía interior-exterior cumplen
una función primordial homenajean también de algún modo la filiación artística
del filme que, por si fuera poco, se sigue con mucho interés pese a su
relativamente larga duración y su ritmo no precisamente rápido.
Ese
gran actor que es Timothy Spall -justamente galardonado con el premio al mejor
actor en Cannes por este filme- da un auténtico recital interpretativo como
Billy Turner, un hombre huraño, solitario, misántropo, egoísta y abominable que
nunca atendió a su familia (a excepción
de su anciano padre, interpretado en la película por un también excelente Paul
Jesson) y que andaba a la continua greña con muchos de sus colegas. Amado y
odiado por la comunidad artística y por el público en general- que la mayoría
de las veces no entendía sus pinturas a menudo versadas sobre naufragios,
batallas y calamidades pintadas con brochazos abruptos y técncias extrañas- la
película refleja excelentemente su complicado y contradictorio carácter, a
veces entregado y tierno (especialmente con quienes más apreciaba) y otras
gruñón e intransigente, así como su extraña relación con el género femenino,
entre la misoginia y la pasión mas exacerbada. La interpretación de Spall (a
veces sobrecogedora) ayuda mucho en la consecución de una película degustable e
inteligente y en donde un largísimo reparto funciona como un reloj con unas actuaciones
de nota alta y diálogos jugosos. También merece mencionarse el esfuerzo en la
traducción al español y el conseguir adaptarse a los cánones conversacionales
decimonónicos en lugar de meter anacronismos absurdos una y otra vez como en
muchos filmes de época, algo en lo que colabora un doblaje muy cuidado. Una
película perfecta para amantes de biografías de personajes poco amables y de la
historia del arte y también para todo tipo de cinéfilos, que de modo alguno
debe pasar desapercibida.
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