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Una
buena noticia el que en las pantallas se encuentren películas como esta, una
obra para todos los públicos, con un mensaje universal y con un acabado de
forma y fondo más que de recibo. El francés Jean Jaques Annaud, fiel a su
status autocreado de director internacional dispuesto a rodar producciones de
cualquier país (aunque la mayor parte coproducciones con Francia), en cualquier
territorio y en cualquier idioma y siempre abarcando temas que superan los
límites culturales, históricos, geográficos y sociales dirige de nuevo su
mirada a oriente tal como lo hizo (aunque de un modo bastante diferente) en El Amante (1991) y Siete Años en el Tibet (1997) fijando su atención en una más que
atractiva y sugerente historia real descrita en la novela autobiográfica de Lü
Jiamin Tótem Lobo (2004), uno de los
libros más leídos en China. Un relato de amor a la libertad y la naturaleza
tomando como punto de partida la difícil relación del hombre con los animales y
con el ecosistema que venía como anillo al dedo al director de películas como El Oso (1988) y Dos Hermanos (2004) que junto con este filme viene a completar una
suerte de trilogía sobre historias centradas en mamíferos carnívoros salvajes
con un trasfondo ecológico y de amor al reino animal. Si en las dos películas
anteriores mencionadas fueron los osos y los tigres respectivamente los
protagonistas, en esta ocasión el turno es para el lobo, un mamífero con
connotaciones míticas de representación del mal en diferentes culturas
(especialmente en la antigüedad y en el mundo rural) pero cuyo mito negativo
siempre ha terminado desmontándose. Esta coproducción franco-china, aunque tal
vez algo lastrada por una historia un tanto esquemática e infantil por su
trasfondo casi de fábula, constituye un nuevo acierto de Annaud, cuyos últimos
filmes, artística y comercialmente, no estuvieron a la altura que se esperaba
del realizador.
Rodada
en hermosos paisajes de las estepas de Mongolia, la historia nos traslada a la China de Mao en 1969 en
donde dos jóvenes estudiantes de Pekín, Cheng Zen (Feng Shaofeng) y Yang Ke
(Shawn Dou) son enviados por el gobierno de la República Popular
a Mongolia (entonces perteneciente a China) para ayudar en los quehaceres a una
familia de pastores mongoles al tiempo que tratan de enseñar a sus hijos,
dentro del programa ideado por la
China maoísta en los años 60. Allí los muchachos pronto se
adaptarán a la forma de vida prácticamente primitiva y nómada de los mogoles y
a sus curiosas costumbres y creencias religiosas. Cheng Zen esta fascinado
además los lobos de las estepas, que al
mismo tiempo para los mongoles son unas alimañas ya que atacan a las ovejas y
unos animales muy beneficiosos ya que hacen lo propio con las gacelas,
devoradoras de la poca hierba que existe en la Estepa. Unas nuevas
directrices del Gobierno chino sin embargo obligan a capturar y dar muerte a
los lobeznos para provocar la extinción de los lobos con el fin de que no
afecten al ganado, pero Cheng Zen desafía el mandato adoptando y criando el
mismo un lobezno ante la oposición del clan de pastores mongoles y lleno de
dudas y sentimientos contradictorios sobre cual debe de ser el destino de este
animal y de todos los de su especie. Con preciosas imágenes servidas por la
suntuosa fotografía de Jean-Marie Dreujeu captando en toda su plenitud los
espectaculares escenarios naturales mongoles, una interesante partitura del
gran James Horner, y una increíble puesta en escena casi documental con los
lobos rodados en su medio natural, solitarios o en manadas y “actuando”
perfectamente en difíciles escenas de persecuciones y estampidas (merece
mencionarse la persecución con los jinetes)
muy bien coreografiadas y captadas, El
Último Lobo es un filme honesto y espectacular que combinando la denuncia y
el mensaje ecológico, el drama personal, el cine antropológico (algo ya muy
habitual en el director) y por que no, el apunte histórico-político, consigue
una historia metafórica y muy de cuento de hadas-fábula para mostrar como el
ser humano tiene que aprender del reino animal en su lucha por la
supervivencia, la libertad y la dignidad. Una buena opción especialmente para ir
al cine con niños/as dado el valor pedagógico del filme.
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