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y 1/2
La
ganadora de la Palma
de Oro de Cannes de 2016 lleva el sello de Ken Loach. Aunque el cineasta
británico ha hecho películas bastante mejores que esta se puede decir que Yo,
Daniel Blake es una de sus películas más inmediatas y más asumibles por parte
de un espectro de público más amplio que el habitual de este cineasta pese a
que como se acostumbra en su filmografía no estamos hablando de un filme en
absoluto comercial. Las contradicciones de las políticas de los servicios
públicos y de las ayudas a desempleados, personas con discapacidad o en riesgo
de exclusión social (tomando como contexto ilustrativo el Reino Unido pero
extensible a otros muchos países “desarrollados”) es el leiv motiv de este
sugerente y crudo film denuncia con el reconocible carácter verista-documental
de Loach y sus reconocibles situaciones. Lo ridículo de una burocracia
enfangada en ridículos trámites tanto telemáticos como físicos que en nada
ayudan a un usuario necesitado que solo desea ver paliada su muchas veces
penosa situación económica y social es lo que crítica con inteligencia y saña
este nuevo esfuerzo de denuncia cinematográfica de Ken Loach, con un mensaje
claro: Las supuestas sociales ayudas gubernamentales pueden agravar la
situación de las personas si se gestionan pésimamente.
El
personaje central del filme es Daniel (Dave Johns, un cómico stand up sin
previa experiencia en la gran pantalla y aquí además en un registro netamente
dramático) un carpintero de 59 años que tras sufrir un infarto debe dejar la
vida laboral y recibir un subsidio por incapacidad que sin embargo se le niega
tras un examen médico ya que según este si es apto para trabajar. Un bucle
contradictorio, paradójico y grotescamente absurdo del que Dan tratará de salir
lidiando con la burocracia y sus no menos absurdas normativas y su falta de
pericia en el mundo de la informática e Internet, algo que le supone un serio
handicap y al tiempo que debe pese a todo buscar un nuevo trabajo que reactive
su extraña e inmerecida situación. En otras palabras, Daniel debe replantearse
su vida en la que no encuentra ningún asidero, aunque la irrupción de Katie
(Hayley Squires) una joven madre soltera nueva en la ciudad, desempleada y
viviendo en piso sin apenas luz y calefacción, le dará un cierto empujón a su
existencia especialmente cuando ambos formen equipo ante la falta de tacto de
las instituciones. Una historia desesperante pero suavizada por una (difícil)
historia de amor, un oportuno sentido del humor británico y los enormes matices
del personaje de Daniel Blake, un hombre que consigue meterse al bolsillo al
espectador con su sencillez y ganas de lucha: un estupendo trabajo
interpretativo de Dave Johns. Al final del filme, se capta la moraleja es clara
y contundentemente, exactamente el propósito del filme, y es que Ken Loach pese
a altibajos nunca ha dejado de ser uno de los más grandes comunicadores del
cine de hoy.
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