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No
se puede decir que ha salido mal este intento de hacer una adaptación digna
-aunque algo libre- del célebre manga de culto de Masamune Shirow creado en
1989 y del que se han hecho multitud de adaptaciones y secuelas en forma de varios
filmes de animación, series de televisión o videojuegos. Todo un tótem para los
seguidores de los productos audiovisuales de la cultura japonesa, más de 25
años después de su creación se encuentra con su primera adaptación en imagen
real además de ser la primera realizada fuera de Japón. La forma en que se
presenta esta aproximación a una historia que ha terminado ya por convertirse
en un clásico de la ficción científica de los últimos 30 años -y que bebía de
fuentes tan sugerentes y por así decirlo sagradas de la historia del género
como la obra de Philip K. Dick, el ciberpunk, Metrópolis de Fritz Lang, las distopías de autores como William
Gibson o Aldous Huxley, y todo el manga
futurista con Katsuhiro Otomo como notable referencia- es la de una superproducción
hollywoodiense trufada los consabidos de efectos especiales que trata de
avanzar unos pasos de lo previsible tratando de homenajear (aunque no siendo
muy fiel) a la estética oriental original y vertebrándose en una historia
sugerente y envolvente que conserva el sustrato filosófico de el relato
original basado en la dualidad del cuerpo y el alma y la capacidad de utilizar
esta última para luchar contra el mal. Con una estética visual que además de
los consabidos elementos manga (aunque a veces mal casados con un reparto y
unos recursos mayormente occidentales) incluye guiños a los cómics de Moebius y
no pocas referencias a Blade Runner y
unas imágenes más llamativas que cualquier otra superproducción ci-fi de los
últimos años, Ghost in the Shell es un buen trabajo cinematográfico que tal vez
peca algo de conformista y de previsible en la resolución de algunos momentos:
la urgencia por adaptar la muchas veces intrincada ciencia ficción manga a los
estándares comerciales occidentales ha dado como resultado un producto que
aunque eficaz en su propósito da la sensación de que podía haber dado más de
sí, aunque hubiese sido un filme más minoritario.
Scarlett
Johannson, que parece abonada últimamente a curiosas producciones de ciencia
ficción, no esta nada mal como una bellísima cyborg recién creada, Mayor Mira Killian con el alma de una
joven fallecida en su interior y que debe de hacer frente como arma militar al
sórdido mundo del ciberterrorismo en un Japón del futuro dentro de un mundo
dominado por las sanguinarias mafias de la cibernética y la electrónica. Más
allá de los esperables combates, disparos, explosiones y momentos de thriller
la película se recrea en algún momento de diálogo metafísico y es capaz de
reflexionar aunque sea al fin y al cabo superficialmente sobre la condición
humana y la perdida de la misma a causa de la conversión de humanos en máquinas
(literal y metafóricamente) y el fin de los valores intrínsecos del ser humano.
En el reparto internacional, en donde hay bastantes intérpretes japoneses
aunque los papeles más relevantes sean para actores caucásicos, nos encintramos
a Juliette Binoche como la científica creadora de la protagonista o a Takeshi
Kitano como Daisuke Aramaki, el director de la Sección 9, un papel que ha
rodado en japonés (sus diálogos se mantienen en el idioma nipón subtitulado en
todas las versiones del filme) ya que el polifacético cineasta no habla ni papa
de inglés. Nada del otro jueves, pero resulta bastante positivo que se hagan
películas de ci-fi que consigan salirse, aunque sea un poco, de la tónica
habitual
Suena muy bien el asunto entonces, es una que quiero ver... Saludos 🙋
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