*** y 1/2
De acuerdo, puede que la película en sí no aporte nada
realmente nuevo al más o menos nuevo género del “narco-thriller”, que sus
recursos western no sean excesivamente novedosos o que el retrato que se hace
de del México fronterizo con EEUU y su complejo y agrio contexto políticosocial
condicionado por la corrupción sea tópico y cargado de clichés, pero la secuela
de la interesante Sicario (2015) que
dirigió Denis Villeneuve, no sólo es un filme sólido, hábil e impactante sino
que supera a la primera parte. El realizador italiano Stefano Solima realiza un
estupendo trabajo siguiendo un potente guión de Taylor Sheridan que juega con
varias cartas y niveles de narración tratando de explorar aún más en la
personalidad torturada de su protagonista, Alejandro Gillick, de nuevo
interpretado por Benicio del Toro.
En esta ocasión nos encontramos ante una trama
enrevesada en donde además de la corrupción y el mundo del narcotráfico en
México se hace una descarnada crítica a la política exterior estadounidense y
sus maniobras conspirativas al límite con la criminalidad, aspecto este
encarnado por el personaje del agente de la CIA Matt Graver (Josh Brolin), el protector y
“patrón” del sicario Alejandro. La intervención de USA en la guerra de cárteles
de droga mexicanos para en teoría luchar contra el narcotráfico y la supuesta
intervención de estos grupos en la introducción de terroristas islámicos en
Norteamérica, lleva a secuestrar a la hija adolescente de un capo de la droga
haciéndose pasar por miembros del cártel rival con el fin de provocar un
enfrentamiento entre los bandos, pero la operación llevada a cabo por la CIA con la colaboración de
Gillick, pronto se verá viciada y llena de contratiempos. Se combina en este
filme de manera muy convincente el drama de personajes encarnado en varios de
ellos- la relación de la joven Isabel con sus desconcertantes secuestradores,
el siniestro recorrido de un adolescente mexicano, Miguel, por convertirse en
un sicario- con escenas sobrecogedoras como la explosión en el centro comercial
del comienzo del filme o los diversos asesinatos. Cargada de la consabida
violencia que rodea a estas temáticas, El
Día del Soldado resulta una película que pese a su dureza merece la pena
verse ya sólo sea por su acierto para retratar la perversa y ambigua moralidad
de (todos) los personajes: algo que no resulta muy reconfortante pero que por
desgracia es lo que hay en este mundo que vivimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario