**** y 1/2
Pawel Pawlikowski ya demostró en su anterior film Ida (2013) una habilidad cinematográfica
extraordinaria con su noclasicismo en blanco y negro y sus dotes de narrador minimalista
pero imponente y sobrecogedor, algo que traslada a su nuevo filme, también
rodado en blanco y negro y con el pasado de Europa del Este en las segunda
mitad del siglo XX como telón de fondo consiguiendo un trabajo aún más efectivo
que aquel. El director polaco parece empeñado en seguir en su faceta de
historiador-fabulador cinematográfico contando en esta ocasión de manera simbólica
y fabulística una historia que transcurre durante más de 30 años (entre principios
de la postguerra mundial y los años60) entre Polonia, Yugoslavia, Alemania del
Este y Francia y que ilustra de manera muy sutil, gélida y esquemática las
consecuencias del histórico enfrentamiento entre el bloque socialista y el
capitalista (la Guerra Fría
del título) en las relaciones humanas y en el propio sentir de las personas. Cold
War es además de una historia de amor imposible y desgraciado entre la cantante
Zula (Joanna Kulig) y el músico Wiktor (Tomasz Kot) que huyen de su Polonia
natal en 1946 para iniciar una nueva vida al otro lado del telón, la crónica de
la miseria humana que tanto el comunismo recién implantado como sistema de
gobierno en el este de Europa como el airado capitalismo del oeste -totalmente reactivo
ante sus incómodos vecinos-, no ya solo
en su absurda lucha encarnizada sino en su (i)lógica interna en ambos casos, implantaron.
Pero en lugar de mostrar crudeza realista y de recurrir al drama más
descarnado- tal y como reclamaba la ocasión- la película opta por lo sutil e
incluso lo delicado dentro de un conjunto frío y pétreo pero bello y
deslumbrante al mismo tiempo gracias a unas magníficas imágenes y una excelsa
puesta en escena, teatral y manierista que resulta a veces una delicia aunque
el esquematismo del relato no logre que la película apasione completamente y
por ello no estemos hablando de una redonda obra maestra.
En la
Polonia de finales de los años 40, Zula, una joven dotada
para el canto y el baile folklórico polaco, faceta por la cual logra reconocimiento
en las esferas institucionales del régimen comunista de su país, se enamora de Wiktor,
un músico y compositor también talentoso que empieza a cansarse del gris
panorama político en pleno apogeo del estalinismo. Ambos, en una actuación en
Berlin Este, planean y logran huir a Berlin Oeste desertando del bloque
comunista, y de allí irán a Paris. Las cosas sin embargo, tanto en pareja como por
separado no irán tal y como ellos han pensado aunque cada uno emprenderá su
camino, no se sabe si exitoso o feliz o no pero al fin y al cabo igual de
mediocre y anodino con respecto a lo que dejaron atrás. El claro mensaje de que
ambas situaciones geográfico-políticas eran en realidad la misma mierda y que
sin una base emocional es imposible conseguir la felicidad planea en una
historia que utiliza la afectación del paso del tiempo en los personajes como metáfora
con una explicación de pescadilla que se muerde la cola que es de lo más
fascinante de la historia. Excelentemente ambientado y capaz de hacer pensar
durante varios días aunque sin llegar a conmover realmente, Cold War es un
filme inteligente y necesario con diferentes lecturas (sociales, amorosas, psicológicas,
políticas, humanas), complejidad que últimamente se echaba bastante en falta en
las pantallas.
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