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No se ha atinado a la hora de hacer una comedia
costumbrista con comentario social como dios manda en este divertido pero poco
estimulante filme italiano que pierde fuelle en momentos clave pero que atesora
algún que otro momento lúcido. Pese al buen planteamiento como comedia con temática
plenamente contemporánea (la insuficiencia de las ayudas públicas e
institucionales a las clases desfavorecidas, la globalización del pensamiento y
la política) aliñada con leve coartada romántica del tipo Romeo y Julieta modernizado
y con algo de sana y divertida caspa mediterránea y por supuesto el eterno
conflicto de clases, no es este un filme que llegue a entusiasmar al espectador
tanto para el que espera una buena comedia inteligente como el que desea una crítica
mordaz. Se queda a medio camino de todo y eso que sus intérpretes se esfuerzan
en mantener una interesante química y a ratos la historia funciona con
solvencia, pero unos minutos finales nada originales que desencadenan un final
muy previsto y simple no dan precisamente la sazón requerida.
Antonio Albanese, un actor de comedia con bastantes
recursos y heredero- aunque sea un tópico decirlo- del más genuino caricatismo italiano
es quien lleva la manija en esta película interpretando a Giovanni, un importante
ejecutivo de una empresa que se dedica a trazar planes de urbanización en los
vecindarios más degradados de Roma que ve con estupefacción como su hija de 14
años Agnese (Alice Masselli) comienza a salir con Alessio (Simone de Bianchi),
un chaval precisamente de un barrio marginal. Esto llevará a Giovanni a conocer
a la madre de Alessio, Monica (Paola Cortellesi) (aparentemente) divorciada
como él a la que tampoco le hace gracia que su vástago se enrrolle con una pija.
Giovanni a regañadientes tendrá que sumergirse en el mundo de Mónica y su
disfuncional familia conociendo así de primera mano a la gente que su empresa trata
de ayudar pero al mismo tiempo dándose cuenta de lo imposible que es tratar con
los habitantes de barrios modestos y en especial con la deslenguada y espontánea
Monica, interpretada también con acierto pero con exceso de histrionismo por Paola
Cortellesi. Momentos verdaderamente hilarantes entre chistes malos y un insuficiente
manejo del elemento dramático dentro de una comedia con sentido aparentemente crítico
no logran una película consistente y por ello la sensación final de
insuficiencia pese a algunas virtudes es inevitable.
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