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La utilización del estudio piscológico y la exploración emocional no está reñido con el cine denuncia, tal y como ilustra esta eficaz y honesta coproducción franco-argelina que de nuevo dirigida por una mujer (Mounia Meddour) supone una muestra más del trabajo de realizadoras provenientes de países árabes que utilizan magistralmente el medio cinematográfico para contar retazos realistas del presente y pasado de sus países denunciando injusticias casi siempre centradas en el papel de la mujer en dichos países. En este caso nos trasladamos a la Argelia de principios de los 90, en donde la joven de 18 años Nedjma (Lyna Khoudri) vive junto con sus amigas su postadolescencia de la manera más natural y “occidentalizada” posible asistiendo a discotecas y vistiendo ropa a la última moda mientras sueña con convertirse en diseñadora de ropa. Su intención de organizar un desfile de ropa con chicas de su edad como modelos comienza a ser un problema dentro de su residencia universitaria (solo para mujeres) y ante las autoridades de su país, en donde la mujer no tenía casi autonomía. Para colmo de males, grupos fundamentalistas -formados por mujeres- comienzan a acosar a las jóvenes universitarias de hábitos poco ortodoxos a ojos del integrismo islámico, con lo que Nedjma comienza a verse realmente en problemas, pero la muchacha está dispuesta a hacer cumplir su sueño que comienzo con el pequeño paso del desfile.
Más que en los vaivenes político-religiosos, Papicha se mete en la introspección de su protagonista (y de sus amigas) y de su propia vivencia de su anhelos por conseguir algo y su frustración ante los impedimentos de una sociedad machista de la que las jóvenes se encuentran hastiadas (aunque con matices en cada una de ellas) y de la Nedjma se niega a integrarse y aceptarla. Con un estilo realista cercano al documental y muchas veces con nerviosa cámara en mano, la película triunfa cuando muestra la evolución emocional y anímica de su protagonista haciéndonos partícipes de sus angustias. El desenlace en parte cruel de la historia es una muestra más de que no hay que andarse con miramientos a la hora de contar estas historias reales ya que precisamente ese es un elemento que hace grandes a los filmes de denuncia social.
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