****
Nunca estará explotada en el cine lo suficiente la crónica
de la integración de las diferentes minorías étnicas en Estados Unidos, por
ello es bienvenida este excelente filme que pone en visibilidad la realidad de
muchas familias surcoreanas en la Norteamérica de la segunda mitad del siglo XX,
un colectivo que tras la Guerra de Corea en los años 50 ha terminado por ser una
de las minorías asiáticas más numerosas en dicho país. Lo más valioso sin duda
del punto de partida del filme que nos ocupa es que está narrado en primera
persona por un estadounidense hijo de coreanos, el director y guionista Lee
Isaac Chung quien narra los recuerdos de su familia a mediados de los 80 cuando
el era un niño de cinco años: por medio de momentos dramáticos y de comedia se
nos cuenta lo difícil que fue en varios aspectos la vida de su familia, que
desde California- estado donde se habían establecido y casado sus padres desde
Corea del Sur- se trasladó a Arkansas para buscar una vida mejor por medio de
la agricultura, pero todo resultó fallido y complicado. Un realismo familiar no
exento de momentos crudos suavizados por cierto engañoso aunque efectivo aire
de feel good movie y de comedia
costumbrista que convence por su realismo y por su honestidad, elementos estos
que refuerzan la credibilidad de un filme que huye de planteamientos
comerciales y del melodrama fácil y que burla burlando ya es una de las pelis
favoritas en la noche de los Oscar.
Chung busca
como referencia tanto el cine europeo como, por supuesto, el asiático, aunque
el peso específico del primero como influencia sea mayor y pese a que el cine surcoreano
esté viviendo precisamente uno de los mejores momentos de su historia. El
director tiene su alter ego en el personaje del pequeño David (Alan Kim,
sensacional), un niño que trata de adaptarse a su nueva vida rural junto con
sus padres y su hermana y que contempla inocentemente todas sus no muy felices vivencias
siempre con la percepción de que ellos son diferentes en Estados Unidos estén
donde estén y hagan lo que hagan. Jacob, el padre (Steven Yeun) es un hombre
cabezota y poco afectivo que antepone el bienestar económico al cariño y el
bienestar de su familia y eso les ocasionará a todos no pocos problemas. Su
figura es crucial en este filme como retrato del nuevo americano que trata de
integrarse en el American Dream pero cuya sujeción a las costumbres y herencias
de su cultura hacen de eso una misión poco menos que imposible y al final no
deja de ser siempre un perdedor. La llegada de la abuela del clan (Youn
Yuh-jung) directamente desde Corea no hará más que complicar las cosas ya que
precisamente ella representa todo lo que la familia quiere dejar atrás, al
mismo tiempo que su arrolladora personalidad y su carácter oriental ejercerán
una extraña fascinación en David. La excelente fotografía de LalclanMilne, con
una singular captación del entorno campestre de Arkansas y las buenas
interpretaciones apoyadas en personajes bien definidos y veristas aún en sus extravagancias
(mención especial al agricultor que interpreta Will Patton), son otros elementos
sobresalientes en una película cuerda y sensible que demuestra que en el cine
estadounidense las grandes películas no tienen porque ser superproducciones de
Hollywood. Como única pega, decir que en el doblaje al castellano no se ha
respetado el bilingüismo del filme, hablado en coreano principalmente y en inglés,
y todo se ha traducido indiferentemente al castellano. Pero no olvidemos, un
filme cien por cien recomendable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario