**** y 1/2
Extraña y sorprendente, la película triunfadora en el último
festival de Cannes se está convirtiendo en el trending topic cinéfilo de las últimas
semanas por lo inusual y perturbador de su propuesta. Reducir su finalidad a la
simple provocación es simplista e inexacto, más bien se puede decir que estamos
ante un experimento tanto conceptual como visual que pone a prueba al
espectador con una historia bizarra narrada utilizando diferentes recursos que
van desde lo onírico a lo gore pasando por el drama realista o el thriller
terrorífico. Julia Docornau, realizadora francesa que con Crudo (2016) ofreció otra historia extrema y extravagante, consigue
con Titane un extraño viaje que ha
resultado ser uno de los mejores títulos del cine fantástico de los últimos
años y un certificado de reafirmación de una directora con mucho que decir en
los próximos años.
Hay que tener claro que este es un filme no apto para
todo tipo de espectador: su violencia descarnada, lo desagradable de muchas de
sus imágenes y su turbador tono no serán del agrado de todo el mundo precisamente.
Es más que evidente la influencia del David Cronemberg de Videodrome o Crash y todo
aquel asunto por él cultivado de la Nueva Carne: aquí Docornau lleva este
concepto como McGuffin del filme estableciendo la simbiosis-atracción entre una
mujer y las máquinas, concretamente los automóviles. Alexia (una fascinante e
inquietante Agathe Rouselle), la protagonista, es una joven de la que poco
sabemos salvo que de pequeña sufrió un accidente de coche que le dejó secuelas
físicas (¿y psíquicas?), que trabaja como gogó en un mugriento local de automóviles
tuneados…y que es una sanguinaria asesina en serie buscada por la justicia. Pronto
conoceremos también sus extrañas parafilias de corte sexual y fetichista con el
metal y los coches Sus crímenes la llevan a una huida a la desesperada hasta
que se encuentra con Vincent (Vincent Lindon) un bombero que vive una desconcertante
y extraña existencia y que busca de manera desesperada a su hijo desaparecido hace
años. Alexia, en su nueva vida con Vincent y para ocultar su identidad de
fugitiva se transformará conscientemente en otro ser aún más extraño que su
anterior yo al tiempo que un alucinante hecho hace dinamitarlo todo, para ella
y para el espectador.
Con una estética nocturna que resulta un regurgitación contemporánea del neo noir y el Cinéma du look galo de los 80 pasado por la subcultura del culto al motor y otros recursos estilísticos como la violencia tarantiniana y con referencias (además de las ya citadas de Cronemberg) a la obra plástica de H.R Giger o los filmes de Luc Besson, John Carpenter, Paul Verhoeven, Leos Carax o David Lynch, Titane sabe llevar el relato supuestamente fantástico a una nueva dimensión tocando de manera desasosegante temas como la sexualidad, la maternidad o la identidad de género sin evitar adentrarse en terrenos más convencionales y dramáticos (servidos principalmente por el personaje de Lindon) tratados eso si de la forma más inusual posible. Alexia como ser mutante y esquivo, parece un producto humano de los males de nuestro tiempo, una mujer amoral que parece llegar apostar por la inhumanidad (en todos sus aspectos) frente a lo genuinamente humano, aunque sus continuos bandazos entre ambas posiciones no dejen nada clara la postura final del personaje que por cierto es de lo más fascinante que hemos visto en un filme fantástico en los últimos años. Una filme diferente y extraño, Titane ya se postula como obra de culto.
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