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Un debut prometedor y con mérito por lo arriesgado de
su propuesta. Resulta gratificante que nuevos cineastas españoles como David
Martín de los Santos opten por dramas de carácter intimista tan peculiarmente
construidos y presentados para darse a conocer y que además dicho trabajo sea una
buena película. La Vida era Eso, una
reflexión sobre los estragos del paso del tiempo y la búsqueda de una finalidad
en la vida en cualquier época de la existencia
(con el mensaje de que para eso nunca es demasiado tarde), es una obra emotiva
y con vocación de llevar a la reflexión que se vale de muy interesantes recursos
cinematográficos y narrativos. Empleando significativas elipsis que dividen la
historia en dos actos y una deliberada parquedad estilística y en los diálogos,
el filme cuenta la casi iniciática
(aunque tardía, por supuesto) vivencia de su protagonista, María (Petra Martínez),
una septuagenaria que decide por su cuenta y riesgo emprender un largo viaje
como ofrenda a su nueva amiga recién fallecida, la veinteañera Verónica (Anna
Castillo): un encuentro entre dos mujeres completamente diferentes que antes y
después de la muerte de Verónica marcará la percepción de la vida de María de
manera drástica.
Las dos actrices llevan totalmente el peso de la historia (Anna Castillo sólo en la primera parte) y las dos están espléndidas como dos seres al principio desubicados en un país que no es el natal (el principio de la historia se desarrolla en Bélgica), la madura con una vida familiar aparentemente feliz pero sin alicientes en su condición de emigrante y la muchacha huyendo de una serie de situaciones desesperantes con cierto afán impulsivo juvenil. Su encuentro casual y la posterior muerte de Verónica establecerán un inesperado vínculo en el que María tomará la decisión de hacerse cargo del destino de la joven viajando a Almería, lugar donde ella residía, sin apenas información sobre ella o su familia y viviendo allí un inesperado encuentro con ella misma. Es la parte desarrollada en Andalucía la más sorprendente de todo el filme y en donde la luz y la atmósfera del lugar impregnan en la imagen y en el desarrollo de la historia un curioso toque entre el drama europeo, Wim Wenders y el spaghetti western. A todo ello ayuda el estupendo trabajo de la veterana pero no muy conocida Petra Martínez, que echa el resto en su complejo papel. Es posible que esta película tenga altibajos y deficiencias en su transcurrir, pero resulta un trabajo dentro de su modestia francamente sugerente.
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