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Era un secreto a voces que Baz Luhrmann no iba a hacer un biopic al uso de Elvis Presley pero
pocos se esperaban una estupenda y atinada combinación entre lo manierístico y
lo fabulado y el rigor histórico que ha dado como fruto un filme con mayúsculas
que ya es la mejor biografía audiovisual del Rey del Rock. ¿La película
definitiva sobre Elvis, al menos hasta este momento? Si nos atenemos a
resultados y comparamos con intentos precedentes (y teniendo en cuenta que este
es sin duda el proyecto más ambicioso de filme sobre el personaje) la respuesta
es afirmativa. Es posible que fans del artista y conocedores de su historia no
se sientan del todo satisfechos con una película que además de pasar por alto
algunos detalles apuesta decididamente por el impacto visual y el espectáculo
narrativo (con algunos momentos salidos de madre) frente al realismo en su
sentido más estricto pero esto tiene una justificación la cual advertimos tras
visionar toda la película: la vida de Elvis Presley fue todo un espectáculo,
cien por cien americano y con momentos de magna gloria oscurecidos en cierta
medida por un trágico final y eso es precisamente lo que ha reflejado Luhrmann
en un filme que contra lo que pudiera parecer cumple en materia de hacer honor
al mítico cantante, aunque no hay que olvidar no se deja a un lado ni mucho
menos una cuidada ambientación en los 50, 60 y 70 del siglo XX aunque eso si con un pelín de pinceladas
idealizadas. Y por si fuera poco, los orígenes y el nacimiento del Rock como
tal también se nos narra de amanera bastante ilustrativa mostrándonos la
estrecha relación del joven Elvis con la cultura afroamericana, algo que
influyo poderosamente en su músico y en el primitivo Rock and Roll en
general.
Tal vez el elemento menos convincente de un filme tan genial sea el que el narrador omnisciente de la historia sea el manager de Elvis, aquel poco recomendable personaje que se hacía llamar Coronel Tom Parker quien con equivocadas e interesadas decisiones puso en ciertos momentos en bastantes aprietos la carrera de “El Rey” y terminó con quedarse con casi la mitad de sus ganancias: un carácter villanesco que pese a que su importancia en la trayectoria de Presey sea fundamental aquí tal vez se le da demasiada importancia, aunque la interpretación de un muy caracterizado Tom Hanks sea esforzada y memorable pese a su punto histriónico. Por su parte, el poco conocido (hasta ahora) Austin Butler se encuentra más que convincente en la piel de Elvis, transmitiendo la complejidad del personaje y su carácter contradictorio además de inestable, un equilibrio difícil entre el Elvis público y el privado (y su relación con el Show Business y con Parker) que este prometedor actor transmite con fuerza en momentos memorables, que en este filme son bastantes. Tampoco se olvida este Elvis del paralelismo entre la carrera del cantante y algunos momentos significativos de la historia de EEUU en el siglo XX y de una recreación rigurosa de sus conciertos y shows televisivos, siempre sonando sus míticas canciones además de otras piezas nuevas compuestas la ocasión por artistas como Doja Cat o Eminem que si bien pueden sonar anacrónicas no hay que olvidar que estamos ante Baz Luhrmann y que este cineasta consigue siempre que el concepto espacio-tiempo sea intrascendente (gran parte del filme está rodado en Australia y con reparto secundario de las antípodas) Un filme vital, grandioso y honesto que por fin consigue transmitir toda la grandeza y también miseria de esa leyenda de la música del siglo XX que fue Elvis Aaron Presley.
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