**** y 1/2
Una excelente interpretación puede engrandecer una película.
El solo trabajo de un o una intérprete en muchas ocasiones resulta determinante
en un filme, y esto es lo que ocurre con Tár, película que cuenta con un total
recital interpretativo de Cate Blanchett (el mejor papel de toda su carrera)
aunque sería totalmente injusto el quedarnos, tan siquiera mayormente, con la actuación
de la australiana ya que nos encontramos ante un drama psicológico con esquivos
tintes de thriller que resulta deslumbrante, hipnótico y sobrecogedor. Un
personaje central que desde el primer momento se nos presenta como genial y superdotado
-una directora de orquesta y compositora de éxito y prestigio en el cenit de su
carrera- pero al mismo tiempo ególatra, despótico, un tanto egoísta y con
muchos secretos que esconder tras una fachada de artista y creadora casi
perfecta, es un filón que el director y guionista Todd Field (En la habitación (2001) y Juegos Secretos (2006) han sido sus dos únicas
películas anteriores) y por supuesto Blanchett han sabido exprimir hasta lo máximo en una
historia extraña y turbadora, un cuento de hadas invertido con una antiheroína que
se debate entre la genialidad y la locura en un entorno que se va haciendo cada
vez más pesadillesco. La introspección del personaje de Lydia Tár -una mujer
que para el logro de sus fines no ha tenido demasiados escrúpulos y más o menos
se ha visto obligada a comportarse como un hombre violento y orgulloso en un rol
tradicionalmente asociado al género masculino- es el leiv motiv de esta película,
en donde la distinción entre la mente de la protagonista y la realidad no
aparece muy definida, otorgando momentos de sublime cine psicológico con
insertos de David Lynch, Iván Zulueta, David Cronemberg o el terror según Jorge
Luis Borges.
Tár no es solo la crónica de una decadencia y caída personal, es una visión sobre los caminos para lograr el éxito y la falta de humanidad de muchos grandes ídolos y admiradas celibrities. A Lynda, mujer lesbiana casada y con una hija pequeña que vive a caballo entre Nueva York y Berlín ciudad de cuya orquesta dirige, una falta de su pasado, en forma de una antigua alumna a la que supuestamente acosó regresa a su existencia afectando seriamente a su ya de por sí frágil salud mental y por supuesto a su vida profesional y familiar. La relación con su mujer Sharon (Nina Hoss), con su hija de siete años, con su asistente Francesca (Noémie Merlant) con la que mantiene una ambigua relación y con otros compañeros empezará a desmoronarse al mismo tiempo que su percepción de la realidad se torna cuanto menos en inquietante. La película consigue una atmósfera entre realista y onírica con un ritmo pausado y otras veces sinuoso e incierto, detalles visuales simbólicos algo turbadores y momentos de puro arrebato narrativo y cinematográfico, todo con un inteligente uso de la música (clásica, que es el McGuffin de la historia) y el sonido. En definitiva, todo un peliculón que tal vez lo hermético de su factura le impide ser una total obra maestra. Cate Blanchett podría alzarse con el Oscar con este trabajo y ojo a Todd Field, que puede darnos aún más sorpresas en el futuro.
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