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Se ha logrado narrar una bonita y sugerente película
tomando como partida una especie de fábula en donde la vida libre en el entorno
natural, en este caso los Alpes italianos, se enfrenta a la vida urbana con ambos
ámbitos representados por dos entrañables amigos cuyas existencias están intrínsicamente
unidas precisamente por sus vivencias alpinas: para el narrador de la historia,
Pietro (Luca Marinelli) la montaña siempre ha sido un lugar fascinante y un
tanto lejano en el que este turinés pasaba las vacaciones junto a su familia mientras
que para Bruno (Alesandro Borghi) es su hogar, su vida y lo único que ha
conocido. Esta es la historia de una hermosa amistad con un elemento de unión-separación (la vida en la
montaña) y de cómo este elemento afecta a la percepción del mundo y de la vida,
a la relación con los demás y en definitiva a la propia experiencia vital y la manera
de contarla en un marco temporal de más de 30 años y prácticamente en el mismo
espacio como es el de la cordillera de los Alpes Dolomitas (salvo una cierta
porción del filme ambientado en el Himalaya) es sencillamente deslumbrante. Estamos
ante un esforzado y sentido trabajo dramático
en donde los hermosos y espectaculares paisajes alpinos, tercer protagonista
del filme, sirven para intensificar la narración y los momentos más intensos de
una historia más introspectiva e intimista que melodramática. Un estupendo
trabajo del matrimonio de cineastas belgas formado por Felix Van Groeningen y Charlotte
Vandermeersch quienes con su filme (coproducción entre Italia, Bélgica y Francia)
transmiten un hondo humanismo y un mensaje claro: las decisiones que se toman
con el corazón no son siempre las más acertadas, y sin olvidar por supuesto
trazar un canto a la amistad y la naturaleza.
Pietro y Bruno se conocen en una aldea alpina a mediados de los 80 siendo niños, el primero es un chaval de ciudad fascinado por las montañas pero temeroso de ellas mientras que el segundo, casi sin escolarizar, se ha criado en el monte prácticamente sin padres al cuidado de familiares y vive el entorno natural intensamente. El pequeño Pietro encuentra la vida de Bruno fascinante pero también incomprensible y cierto resquemor empieza a producirse cuando su padre, gran aficionado a la montaña, empieza a “preferir” a Bruno por tener el carácter fuerte y decidido que el carece. La decisión de la familia de Pietro de llevarse a Bruno a Turín para que asista a la escuela y tenga un futuro mejor no es bien recibida por Pietro pese a su amistad con el y ambos amigos se distanciarán durante un tiempo hasta reencontrarse y reestablecer su amistad siendo ya veinteañeros inaugurando un periodo de varios años en el que Bruno se establecerá definitivamente en un refugio en la montaña con Pietro pasando largas temporadas con su amigo y descubriendo su modo de vida y el por qué de su amor al entorno natural. Toda la historia está manejada con sutileza y realismo, sin concesiones al melodrama fácil y con inteligentes y esclarecedores diálogos. La relación entre los dos amigos, a veces enormemente cómplice y otras más difícil por sus diferentes concepciones de la vida va evolucionando y modelándose ante nuestros ojos haciéndonos partícipes de todo lo que les acontece. Algo más que un filme de montaña, donde la metáfora vital de las ocho montañas del Himalaya actúa como bello leiv motiv, esta película pone de relieve la enorme fuerza dramática de simbiosis entre la naturaleza y la narración de una historia.
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