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Indiana Jones vuelve otra vez a pesar de los 81 años
de Harrison Ford, de los 15 años que han
pasado desde el anterior filme de la saga y de que Steven Spielberg ya no sea
el director de una nueva aventura de Indy, de cuyo universo ahora es dueña la
Disney, propietaria actual de Lucasfilm Ltd.(tanto Spielberg como George Lucas figuran
ahora como productores ejecutivos aqunque sin ningún input en el guión). No obstante, el legado que el personaje y su
mundo han dejado al imaginario colectivo es tan enorme y sugestivo que si está
en buenas y respetuosas manos el producto final no tiene por que ser malo y puede seguir
teniendo ese encanto de la aventura clásica, las historias emocionantes, la
sensación de subidón de adrenalina y la mezcla perfecta de fantasía, guiños
históricos, héroes con encanto, lucha del bien contra el mal, imaginería exótica
demodé, humor, drama, intriga detectivesca… todo lo que Lucas y Spielberg
imbuyeron al personaje de Indiana Jones y sus aventuras hasta elevarlo al status
de icono. Indiana Jones y el Dial del Destino
podía haber sido un pastiche como muchas parodias o copias sobre la serie o peor
aún un esperpento en donde la avanzada edad de Harrison Ford interpretando a un
héroe de acción sería lógicamente el principal elemento que jugase en su contra,
pero con la esforzada batuta del otras veces irregular James Mangold es una película
que no solo responde perfectamente al universo Indy sino que lo homenajea con
mimo y se adapta correctamente a los gustos del público actual en lo que
respecta al cine de acción y aventura (y en esto sin caer en ninguna concesión).
No llega al nivel de los tres primeros filmes (ni siquiera al de La Última
Cruzada) pero supera la un tanto decepcionante El Reino de la Calavera de Cristal. Más de lo mismo, si, pero ¿qué importa eso?
La película, con guión de Mangold, los hermanos Jez y
John-Henry Butterworth y David Koepp nos presenta a un octogenario Dr. Jones en
1969 recién jubilado, recién divorciado de Marion y con su hijo Mutt fallecido
en Vietnam: Este crepuscular Indiana vuelve inesperadamente a la acción a requerimiento
de Helena Shaw (Phoebe Ealler-Bridge), una mujer treintañera con dudosas
actividades hija de su fallecido colega Basil Shaw (Toby Jones), quien pretende
hallar un fragmento del Dial de Destino, un artefacto inventado por Arquímedes
en la antigua Grecia que podría ser capaz de cambiar el curso de de la historia
y del que Indy y Basil llegaron a hacerse con el antes de perderlo en los Alpes franceses en
una lucha con los nazis (que por supuesto, también lo querían) en 1944. Huelga decir
que el McGuffin recuerda horrores a otros de la saga y que de nuevo la
presencia de nazis como villanos constituye un deja vu, pero el hecho de ambientar la trama en una época tan
significativa históricamente como los finales de los 60 imbuye de una novedosa
patina al mundo de Indiana Jones incluso cuando sus rivales son nostálgicos del
nazismo que pretenden alterar la historia y ganar la II Guerra Mundial (algo
que puede recordar a no pocos elementos actuales en la derecha más
recalcitrante) o cuando volvemos a ver al viejo Jones transitar cuevas, escalar, huir
en vehículos motorizados a todo mecha o entrar en combate eso si mostrando siempre
sus achaques (buena aportación esta última, aunque a veces algo involuntariamente
risible e impostada): es la aventura y acción de siempre, pero con el espíritu
más descreído de los 60 y con un héroe entrado en años, gruñón y con problemas
personales, como protagonista. En relación a todo esto, el inevitable prólogo
de toda película de Indiana Jones- más largo de lo habitual- nos lleva a 1944
con una imagen rejuvenecida por ordenador de Harrison Ford (y con bastantes
dobles y recreaciones digitales) luchando por la posesión del Dial del Destino en
una emocionante y adrenalinítica escena a bordo de un tren, una estupenda idea
para unir al Indy más clásico con el actual y mostrarnos los cambios en su carácter
y sus motivaciones.
En el nuevo filme Indiana Jones hay muy buenas escenas de acción (aunque la del prólogo se lleva la palma), efectos especiales que por fortuna aún tienen el regusto clásico de los 80, logrados escenarios exóticos de turno (esta vez la historia se desarrolla en Francia, EEUU, Marruecos, Grecia y Sicilia) y no muchas sorpresas salvo los consabidos giros de guión marca de la casa- que en esta ocasión puede resultar discutible su resolución aunque no tan desmañada como en La Calavera de Cristal- y algún Cameo en realidad previsible. Harrison Ford sigue siendo el Indiana Jones perfecto porque ya no es aquel intrépido aventurero de hace 40 años sino un héroe jubilado y por ello logra mantener su encanto. Además de una esforzada robaescenas como Phoebe Ealler-Bridge, una antiheroína que sabe meterse al espectador en el bolsillo con su aparente ambigua moral y que resulta una perfecta sidequick paranuestro protagonista, brillan Mads Mikklesen como el villano principal de turno, el científico nazi reconvertido en hombre de la NASA Jurgen Voeller, Boyd Holbrook como el matón de este y el retorno de John Rhys-Davies como el entrañable Sallah: También interviene Antonio Banderas en un breve papel como el capitán de barco español Renaldo y es necesario mencionar al jovencísimo Ethann Isidore como Teddy, un adolescente marroquí que ayuda a Indiana y Helena en su aventura: no tanto carisma como Tapón, pero se agradece un personaje así. Con toda seguridad se tratará de la última película de Indiana Jones (o al menos con Harrison Ford como protagonista). no es una coda perfecta ni mucho menos pero es más que digna. Y lo mas importante es que, una vez más, uno vuelve a disfrutar como un enano.
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