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Entre la desmitificación y el respeto, este solvente y
original biopic de época consigue ser un filme muy atrayente que aunque puede
que no sea plato para todos los gustos. Rodado con una ambientación cuidada y
una puesta en escena a veces más teatral que cinematográfica pero siempre supeditada
al eficiente trabajo de sus actores, Alma
& Oskar nos sirve para acercarnos a la extraña y delirante historia de
amor de dos figuras controvertidas e inusuales de la cultura del siglo XX: la
compositora Alma Mahler, nacida Alma Schindler (Emily Cox) viuda del también
compositor Gustav Mahler, quien trató de librarse de la sombra de su marido
convirtiéndose en una mujer libre e independiente en sus relaciones con el
mundo y con los hombres además de tratar de consolidar su carrera dentro del
mundo de la música, y el pintor Oskar Kokoschka (Valentin Postlmayr) polémico
artista de mente inestable cuya relación con Alma, entre la obsesión y el efecto
pigmalión, fue de todo menos convencional. El comienzo de la I Guerra Mundial es
el contexto que rodea la mayor parte de la temporalidad de la historia, en la
cual asistimos a los intentos de una mujer rebelde por sobresalir dentro de una
sociedad que dejaba a las mujeres una ultimísima fila independientemente de su
talento pero cuya relación con un personaje tan genial como imprevisible, del
que ella creía un ser irrepetible, terminará siendo algo más que un obstáculo.
Aunque el retrato psicológico de alma Mahler pretende ser el eje central de la narración este no termina de estar presentado de manera clara y convincente, lo que no impide que el trabajo interpretativo de la austriaca Emily Cox sea de quitarse el sombreroo, funcionando mejor eso si en toda la trama con Kokoschka, que debido al no menos fenomenal trabajo de Valentin Postlmayr a veces este consigue robarle la función a Cox gracias a su composición de un ser obsesivo y desnortado con un punto de inseguridad y extravagancia. A veces la película quiere volverse comedia y no rehuye de aspectos bizarros y exagerados (algunos puede que inventados y otros por increíble que parezca, no) y esto combinado con sus momentos más serios en cambios un tanto repentinos puede que produzca un cierto despiste y fatiga en el espectador. Sus momentos finales, que muestran una catarsis entre los personajes, son de lo mejor de la película sobre todo cuando entra en escena la inquietante muñeca a tamaño natural con la efigie de Alma que Oskar encargó en 1918. Con ciertas reminiscencias un tanto vagas de Kubrick, Tim Burton y Ken Rusell, quien ya se ocupó de Gustav Mahler y señora en Mahler, una sombra del pasado (1974) Alma & Oskar es una película discreta pero efectiva que cumple su función de mostrar las vicisitudes y contradicciones de dos seres singulares.
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