El debut como director de Mario Casas ha resultado una
grata sorpresa alumbrando un filme que sin ser un dechado de originalidad cumple
con creces y anuncia que Casas puede ser un estupendo director. Con un
esforzado y sólido guión propio firmado en colaboración con la francesa Deborah
François y protagonizada por su hermano menor, Óscar Casas (otro estupendo
debut y ojo que el chaval de 24 años apunta maneras), Mi Soledad Tiene Alas parece beber del Quinquiexplotation
hispano de los 70 y 80 convenientemente actualizado a las coordenadas de la
realidad social urbana actual con sus subculturas (graffiteros, poligoneros,
trap) y logra ser una obra sugerente y estimulante reforzada con imágenes
poderosas y una puesta en escena impecable con deudas con el cine negro o el
primer Scorsese más callejero. ¿Lo que
cuenta? Pues en realidad nada nuevo: un
muchacho veinteañero del extrarradio son oficio ni beneficio metido en un
desagradable berenjenal que le obliga a huir de la policía junto a su novia,
también implicada, huída en la que ambos continúan compartiendo sueños, aspiraciones
y miedos. Dan (Óscar Casas), es un ser que aspira efectivamente a ser algo más;
este barcelonés que vive con su abuela
pasa el tiempo haciendo graffitis pero lo que el ansía es convertirse en un
artista con todas las de la ley, Vio, su chica (Candela González) es su cómplice
desde el principio y está dispuesta a acompañarle y seguirle en todo aunque sea
en un atraco en toda regla, como el que les propone su amigo Reno (Farid
Bechara) y que terminará por cambiar el destino de ambos. Dan además esta
condicionado por su pasada situación familiar y por la sombra indeseable de su
padre, el cual se reincorpora en la vida del joven después de haber salido de
la cárcel provocando una catarsis que le influirá pésimamente. Efectivamente,
esta es también una historia de maduración y superación, aunque más bien debería
decirse de “intento de” debido a su tono más bien pesimista, pero pese a todo,
el estupendo guión y el buen trabajo de los jóvenes intérpretes hace que empatizemos
con ellos, nos desesperemos ante sus desdichas y gocemos cuando las cosas les
parecen ir bien.
Mi Soledad Tiene Alas huye de la moralina pero no evita presentarse a veces como un cuento de hadas urbano cayendo a veces en un mal asumido simbolismo que casa mal con el realismo verista que pretende. Su excelente fotografía y su llamativa banda sonora refuerzan muchas veces el fondo y la forma del filme llegando a momentos de enorme fuerza. Al mayor de los Casas puede que aún le queden cosas por aprender en el oficio de director, pero su opera prima puede que sea el prologo a una más que interesante carrera detrás de las cámaras.
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