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La tradición británica de la ficción de fantasmas parece que se resiste a desaparecer, al igual que muchas de las ánimas de las historias de este género, pero lo más sorprendente (y grato) es que aún puede deparar en obras magníficas en el arte cinematográfico, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, tal y como lo demuestra esta curiosa y un tanto extraña pero efectiva y poética mezcla de drama, intimismo, historia familiar, amor y fantasía sobrenatural que ha dado como resultado un filme realmente fascinante. Pero es necesario señalar que el guion de esta cinta británica esta inspirado en la novela japonesa del mismo nombre de Taichi Yamada, fusionando teóricamente dos de las visiones del tema espectral más influyentes de la cultura universal, la nipona y la inglesa, aunque lógicamente en esta versión se decante por la segunda. Con todo, esta claro que All os us strangers no es solo una historia de fantasmas ya que su propósito es claramente intimista y humanista, centrado en el duelo y la reacción ante la muerte de seres queridos y todas las consecuencias que conlleva, el lamento por las oportunidades perdidas con las personas fallecidas y el deseo por mantener su recuerdo de la manera más positiva, aunque a veces esto no siempre sea posible. A ello se le añade tangencialmente una extraña historia de amor gay entre dos seres por razones distintas desesperados, melancólicos y desubicados que buscan un nuevo sentido a su existencia aunque diferentes acontecimientos convertirán esa relación en algo muy, muy extraño. Andrew Haigh dirige y gioniza con clase y determinación y no pocos elementos de cine indie y guiños audiovisuales y comunicacionales contemporáneos una película que es de lo mejor en lo poco que llevamos estrenado en este 2024.
Adam (Andrew Scott, estupendo) es un guionista y escritor rayando la cincuentena que aparentemente vive una vida bastante anodina y solitaria en un piso de un gris barrio de Londres, rodeado de recuerdos de infancia y viejos vinilos de los 80. Una tarde sale hacia las afueras de la ciudad para visitar la casa donde pasó su niñez antes de la trágica muerte de sus progenitores, ahora abandonada. Pero la vivienda está ocupada precisamente por sus padres (Jamie Bell y Claire Foy) quienes conservando su apariencia de treintañeros cuando murieron reciben con naturalidad a su hijo ya adulto mientras que el propio Adam aunque tal vez sobrecogido interiormente acepta ese “regreso” con una mezcla de ilusión por recuperar lo perdido y desconcierto. Las visitas de Adam a sus padres se repetirán como un intento de redención pro ambas partes mientras que el escritor inicia una relación con su misterioso pero locuaz y carismático vecino, el joven Harry (Paul Mescal). El extraño viaje que emprende Adam parece extraño e inquietante y no solamente con sus encuentros con sus padres fallecidos sino porque todo lo que le rodea a partir de ese momento- incluida su historia con Harry- parece incongruente y pesadillesco. Para mostrar todo esto la película no escatima recursos narrativos desconcertantes y varios trampantojos de guion y de imagen que remiten a Roman Polansky o David Lynch pasados por un tamiz modernista, recursos que hacen del filme a veces algo incómodo de ver pero que de modo alguno suprimen o reducen otras aristas del filme en cuanto a sus propósitos, el principal el de mostrar un psicodrama familiar con la muerte como telón de fondo en toda su crudeza: aquí la dialéctica entre los padres y el hijo al que nunca vieron madurar resulta efectiva, emocional y conmovedora con excelentes momentos cargados de inquietante simbolismo. La historia de la relación sexual y amorosa entre Adam y Harry lleva a otra simbología que enlaza el “poder del amor” (soberbia la utilización de la legendaria balada de Frankie Goes to Hollywood) con la victoria sobre la muerte y que quiere rememorar de manera reivindicativa retroactiva la dificultad del declararse homosexual en los años 80, década que se homenajea a su manera en este filme especialmente en su BSO. Puede que el final sea excesivo y la poca explicación de todo confunda a algún espectador, pero Desconocidos es una película diferente que puede gustar a públicos variopintos.
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