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Ha resultado curiosa la coincidencia en cartelera de dos películas del mayor y y del menor del clan Trueba, el padre Fernando y el hijo Jonás. Mientras que el senior se ha estrellado con la reacción crítica de Isla Perdida el junior le ha ganado esta vez a su progenitor con la que es su mejor película hasta la fecha y que lo consolida por fin como un cineasta a tener en cuenta a la estela de su padre y de su tío David. El cineasta madrileño ha conseguido encontrar un estilo propio con filmes casi corales repletos de personajes, preponderancia de diálogos, reflexiones filosóficas y humanísticas en boca de sus actores, costumbrismo situacional unas veces en el melodrama otras en la comedia o ambas cosas, cierto experimentalismo y sobre todo un retratismo de su generación (nacidos a finales de los 70 y principios de los 80) que constituye su fuerte y un atractivo añadido. Sin olvidar que al igual que su padre bebe estupendamente del manierismo cinematográfico y en eso sentido no deja de recordar a Fernando, quien tienen su significativo momento en esta película como actor. En Volveréis además de todo esto y como ya hizo de otro modo en las notables Quien lo impide y Tenéis que ir a verla se marca un experimento metacinematográfico entre lo formal y el simple juego (que no broma) convirtiendo la narración y en un curioso entrar-salir de la ficción y la realidad por medio del propio lenguaje del cine y del hecho de rodar películas. Tampoco resulta baladí que dos de sus actores fetiche como son su pareja -también directora- Itsaso Arana y Vito Sanz sean los protagonistas de la cinta además de coguionistas de ella y que sus personajes, Ale y Alex se dediquen al cine. Un acierto como esta presentado este elemento que refuerza el poder narrativo y discursivo de una historia que en realidad es mínima -como en muchas de las películas anteriores del director- y no deja de ser una anécdota. Una vez más, los diálogos, las situaciones, las sensaciones y los personajes se hacen con el control del filme y nos regalan una obra que son ser perfecta del todo resulta fascinante y degustable por los amantes del buen cine. Si La Virgen de Agosto, la mejor película de Jonás Trueba hasta la fecha marcó la pauta, aquí aparece todo mucho más estilzado, perfeccionada y en definitiva maduro.
Entre la comedia y el drama el filme tiene un planteamiento de partida claro: la ruptura de una pareja y todo lo que conlleva. A partir de allí, Trueba, Arana y Sanz discurren sobre el origen del amor y del afecto, la fidelidad, la soledad, la manera de afrontar cambios importantes en la vida, la amistad, los comportamientos humanos preestablecidos, la relación con la familia, las convenciones sociales… Alex y Ale viven en conjunto o cada uno de ellos por separado una epopeya personal y vital ante su nueva situación que intentan afrontar- aunque sea solo de cara a la galería ante familia y amistades- de la mejor manera posible pero en realidad no resulta tan fácil. El hecho de que quieran organizar una fiesta de ruptura es algo que cada personaje a la que se lo cuentan (esto constituye en realidad la base de la película) se tomará de manera diferente y provocará cambios y reflexiones en la joven pareja. Volveréis de todas formas no e quiere quedar en una historia generacional y con sus variadas referencias cinematográficas (Truffat, el cual es homenajeado), filosóficas (Kierkegaard) y sus préstamos estilísticos en Godard o Woody Allen constotuye un filme reflexivo para cualquier edad pero siempre sin perder su tono amable y asequible. La pareja protagonista está excepcional, sobre todo Itsaso Arana, y el reparto secundario de carácter coral cumple con unos entonados entre otros Jon Viar, Anrés Gertrudix, Francesco Carril; Ana Risueño y Fernando Trueba en el papel del padre de Alejandra, director de cine al igual que su hija y al que se le ocurre la idea que constituye el detonante de la narración (al parecer una idea real del propio Trueba padre). En fin, una pequeña delicia que es de lo mejor del cine español en este 2024.
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