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Pilar Palomero sigue sumando buenos filmes en su aún breve filmografía tras Las niñas (2020) y La maternal (2022) con este muy bien presentado drama intimista centrado en las temáticas de los últimos días de una persona, los cuidados paliativos y el duelo. No es este un filme muy ambicioso en su cometido discursivo sino más bien pretende ser un melodrama que toque la fibra del espectador presentado una situación que además de ser poco explotada en el cine aún supone un tabú y una fuente de incomodad para mucha gente. El proceso de vivir los últimos días por parte de un enfermo terminal que sabe cual será su destino es material muy delicado que la directora y guionista, sin estridencias pero con un gran aplomo y sobre todo con un demostrado oficio de narradora cinematográfica que sabe como contar historias con el equilibrio justo entre el costumbrismo, el intimismo y la fuerza dramática, sabe llevar a muy buen puerto. Narrar la historia desde la perspectiva de una tercera persona que desde hace tiempo ya no tiene a penas vínculos afectivos o personales con el moribundo es un claro acierto que hace del relato aún más rico e interesante.
Hay que destacar que Los Destellos es ante todo una película actoral en donde el papel protagonista encarnado por Patricia López Arnáiz es el rostro y la voz de todos los sentimientos reflejados en la película mientras que Antonio de la Torre pone el contrapunto y el argumento como la persona enferma: Isabel, una mujer de mediana edad divorciada con una hija universitaria y feliz con su nueva pareja accede a cuidar a su ex marido Ramón, enfermo terminal con un mal que no se especifica en la historia. Mientras Ramón, muy debilitado físicamente, parece vivir con naturalidad y cierta buena actitud sus últimos días, Isabel, que no esperaba verse en esa situación que además le ha devuelto su pasado con su ex, vive con una extraña mezcla de angustia y desconcierto esos días, sus silencios y sus reacciones muestran de alguna manera su para ella insólita situación que le hace encarar casi en primera persona la relación entre vida-muerte. El trabajo de López Arnaiz es enorme en la medida en que con gestos, actitudes y sin necesariamente exteriorizar pensamientos o sentimientos consigue transmitirlos plenamente, como también es de diez el estupendo y currado rol de Antonio de la Torre cambio físico incluido en un difícil papel: un actor que nos está acostumbrando a interpretaciones sublimes y de acto octanaje emocional. Y ya puestos, no hay que obviar el buen hacer de la joven Marina Guerola como una hija luchadora e incomprendida en medio de todo. Hacen falta más películas como esta.
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