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Sigue con paso firme el triunvirato cineasta formado por Aitor Arregi, Jon Garañano y Jose Mari Goenaga, demostrando su oficio como directores y su habilidad narrativa aunque esta vez no estén tan brillares como en Handía o La Trinchera Infinita. Ocupando la silla directorial esta vez los dos primeros- siguiendo su política de dirigir en tandem alternamente- y como siempre con guion de los tres en esta ocasión junto con Jorge Gil Munárriz, Marco nos cuenta la insólita historia real de Enric Marco (1921-2022) aquel sindicalista catalán que durante más de cuarenta años aseguró haber estado internado durante la II Guerra Mundial en el campo de concentración alemán de Flossenbürg y llegando a ser incluso presidente de la Asociación Amical de Mathaussen hasta que en 2005 se descubrió que era una engañufla. Esta controvertida figura ya había sido objeto de un filme documental Ich bin Enric Marco (2009) y de una novela de Javier Cercas, El impostor (2014), ambas repudiadas por el propio Marco (y mencionadas significativamente en este filme), pero por primera vez se hace una película de ficción sobre el tema, con un importante esfuerzo a la hora de estructurar un guion que trata de ser ilustrativo y conciso sin necesidad de seguir una estructura lineal y un eficiente trabajo de ambientación pero con resultados aunque bastante dignos, faltos de emoción y de cierto dinamismo.
Aunque el trío realizador en su intento de mimetizar la invención vital de Enric Marco en esta película con aparentes trampantojos y recursos metacinematográficos (la claqueta vista al principio de la película, escenarios a veces intencionadamente impostados e irreales, la aparición del verdadero Marco en unas imágenes deIch bin Enric Marco vistas en el cine por el marco de ficción, material de archivo de la presentación de El impostor con el auténtico Javier Cercas mezclado con escenas rodadas con Eduard Fernández) logra ciertos momentos de genial e inteligente cine de recursos, gran parte del metraje tiene más bien tono telefílmico contrarrestando los momentos mas logrados de la película. Claro está que gran o tal vez la mayor parte de la responsabilidad del buen hacer de la película y de que el público logre conectar con sentimientos encontrados con una figura tan patética-antipática-contradictoria-esquiva como la de Enric Marco se debe al magistral trabajo de ese descomunal actor que es Eduard Fernández: totalmente mimetizado con el personaje al que encarna desde los 48 a los 93 años y explorando todos sus inquietantes matices. Los mejores momentos son los que tienen como epicentro los intentos de Marco por extender y tratar de convencer de la verdad de sus falsedades así como el momento en que todo se descubre, con un hombre dispuesto pese a todo a mantener su dignidad a toda costa aunque ya casi carezca de argumentos. Eduard Fernández puede tener su Goya por esta película.
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