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Sin grandes alardes y sin necesidad de contar historias ambiciosas, una película puede funcionar muy bien en cualquier género, y eso es lo que le ocurre a esta cuidada y atractiva cinta, una adaptación de novela de Sara Gruen que consigue ser un melodrama original y convincente pese a lo manido de su planteamiento (historia de un amor imposible) y un cierto inadecuado manierismo que remite a títulos exitosos del género en los últimos 15 años como Titanic. Esta no obstante es una película exenta de grandes ambiciones dirigida con clase y gusto por Francis Lawrence, quien nos transporta al mundo del circo en su época dorada, los años 30, cuando en EEUU el espectáculo circense era un negocio y entretenimiento de primer orden que atraía a grandes masas de público en una época difícil inmediatamente posterior al desplome de la bolsa en 1929. Una ambientación muy elaborada hace creíble el encanto retro y camp de este filme en donde destaca una soberbia recreación del circo de la época
Robert Pattinson, estrella gracia a los filmes de la saga Crepúsculo interpreta a Jacob Jankowsky, el protagonista de la historia, un joven estudiante de veterinaria que en 1931, desnortado y sin un duro, por azar se enrola en un exitoso circo ambulante en donde a trancas y barrancas consigue colocarse como veterinario ante la falta de atenciones que están viviendo los animales del espectáculo. Su buen hacer y su honestidad consiguen vencer los recelos iniciales de sus compañeros faranduleros, pero la presencia de la mujer del jefe de pista (interpretado por el alemán Cristoph Waltz, al revelación de Malditos Bastardos), una bella domadora de animales (Resse Witherspoon), despertará el amor en él, y claro está, esto traerá consecuencias imprevisibles. La película sabe fluctuar bien entre el melodrama y la crónica social de una época además de retratar con cierta efectividad cosas tan sugerentes como la dificultad de aceptación del extraño o el poder del cariño como superador de barreras, aunque todo de una manera esquemática más que nada por el guión se centra más en los personajes y en sus un tanto repetitivas cuitas internas y lo demás digamos que sirve de fondo a veces de manera demasiado desdibujada. Sin embargo, son abundantes los momentos emocionantes y al final la película no cae en la ñoñería ni en la lagrimita aunque en algún momento se atisbe cierto peligro a que esto ocurra. Una película elegante y sugerente para olvidar los problemas durante dos horas.
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