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Esperado con impaciencia y expectación el biopic de Margaret Tatcher (1926), Primera Ministra del Reino Unido entre 1979 y 1990 y una de las figuras políticas internacionales mas significativas del siglo XX. Pese a que ya de por si el personaje biografiado podía despertar todo el interés del mundo, el hecho de que sea un todo peso pesado de la interpretación como Meryl Streep quien encarne a la Dama de Hierro ha sido el principal reclamo de cara al público de esta película, ya que el reto se antojaba apasionante: una actriz norteamericana de increíble versatilidad y carisma interpretando a una política de raza y cien por cien british cuyo carisma - más allá de cualquier filia o fobia- estuvo siempre fuera de toda duda. Y lo cierto es que Mrs. Streep es dueña y señora absoluta de la película con una de las mejores interpretaciones en su ya larga carrera. Pero sería injusto supeditar las virtudes de esta inteligente película al descomunal trabajo interpretativo de la actriz ya que The Iron Lady se postulo como un biopic no convencional y sin concisiones ni clichés propios del género de biografías cinematográficas y eso ya es una enorme virtud en una película que acometa la siempre abrumadora tarea de retratar a un personaje digamos que casi casi “mítico”. No obstante, a pesar de interesante y nada pedante, el filme resulta a veces un tanto irregular tal vez por su afán de ser una especie de ejercicio de biografía “deconstruida” y por un poco creíble enfoque humanista partiendo de una premisa tan dudosamente convincente como el de estructurar toda la historia en dos planos casi con el mismo peso: desde la crónica de la Margaret Tatcher actual, convaleciente de demencia senil a sus 85 años y la propia biografía propiamente dicha. Eso si, el trabajo de la directora Phylida Lloyd poco puede reprocharse ya que la maestría narrativa ante tan ambiciosa empresa es de recibo (la puesta ene scena es impresionante) aunque hay que admitir algún que otro error de bulto.
La película como hemos dicho antes, cuenta con dos planos narrativos (la biografía y el supuesto momento actual): Margaret Tatcher, anciana ex Premier recluida en su domicilio a causa de su estado de salud mental recuerda toda su vida y trayectoria política mientras asistimos a los delirios propios de su situación (todos de alguna manera conectados con su vida y actividad pública pasada) y a las conversaciones con su esposo Dennis (Jim Broadbent) en realidad fallecido. Su trayectoria se nos cuenta de manera muy rápida, escueta y sin mucha parafernalia utilizando muy pocos recursos dramáticos propios del género biográfico, es decir, yendo al grano aunque sin caer en el documentalismo. Parece evidente que la intención del filme era mostrar las claves de la personalidad de la Tatcher (autoritaria, intransigente, egoísta) y como influyeron en su actividad política y en la toma de sus decisiones. No se puede decir que sea un retrato amable de un personaje abanderado del neoliberalismo más furibundo que por lo general nunca despertó muchas simpatías dentro y fuera de su país y en ese sentido la película toma un comprensible cariz anti tacherista aunque más centrado en los aspecto humanos y personales de Tatcher como persona que en lo políticos (que también los hay y se presentan como consecuencias de el carácter de la Primera Ministra) y desde luego que sin ningún carácter de cine-denuncia. Se echa en falta como consecuencia de todo esto una mayor descripción de los acontecimientos históricos y los momentos clave del personaje que en bastantes ocasiones se pasan de puntillas debido al rapidísimo ritmo narrativo de la parte biográfica, aunque haya momentos como el de la Guerra de las Malvinas que están muy bien reflejados. También resulta oportuno el enfoque simbólico y metafórico de muchas imágenes y momentos que viene a romper con la convencionalidad de una biografía al uso.
Lo que no resulta tan convincente es todo lo relacionado con la Margaret Tatcher del momento actual que muchas veces cae en lo malamente melodramático y enmaraña innecesariamente el ritmo narrativo. En ocasiones, parece como si la película diese más importancia a la anciana Tatcher que a cualquier otra cosa en esta historia, funcionando casi como si de otra película se tratase. Otro pero es que los personajes secundarios reales más allá de lo propia política y su marido sean meros comparsas, pero las propias características de esta película (Tatcher por todos los lados) parece que así lo obligan. El tour de force actoral de Meryl Streep, eso si, se ha saldado con indudable éxito: una caracterización impecable (y con diferentes aspectos para diferentes épocas) y un evidente cuidado estudio del personaje consuguen una “Maggie Iron” completamente creíble. También es estupenda la interpretación de Jim Broadbent como Dennis Tatcher, el hombre que estuvo detrás de ella en todo momento y de Alexandra Roach como la joven Margaret (Roberts, de soltera). Una correcta crónica histórica, que aunque a veces irregular y tramposa, nos ofrece un fiel retrato de uno de los personajes clave para entender la historia reciente.
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