LUCY
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Sorprende
de una manera insólita el nuevo filme del galo Luc Besson (Subway, El Gran Azul, Nikita, El Profesional) un director de vocación internacional del que en
los 80 se esperaba mucho pero que año tras año fue defraudando las expectativas
con filmes que trataban de parecerse a producciones norteamericanas cultivando
de manera irregular y también un tanto caótica en cada película géneros como el
cine de acción, la ficción policial, la fantasía o la ciencia-ficción. Pero en
esta ocasión, el muchas veces vendedor de humo Besson ha sorprendido y muy
gratamente con esta cinta de ficción científica de escasa duración (no llega a
90 minutos) con pretensiones un tanto filosóficas pero comedidas y efectivas y
una factura visual soberbia y casi perfecta puesta al servicio de los
intríngulis de una historia más compleja de lo que parece y que puede crear
división de opiniones: a unos les parecerá un tostón, a otros una tomadura de
pelo y a otros les parecerá un soberbio trabajo que trata de aunar el cine de
entretenimiento con la elucubración científica con concomitancias intelectuales
de alto calado a lo Arthur C. Clarke pero dejando que la imaginación se
desborde en todo momento ofreciendo instantes magistrales a los que conviene
entregarse para no perder un ápice del sentido de la historia: este que
suscribe se encuadra en este último grupo.
Con
un reparto internacional como en la mayoría de las producciones francesas de
Luc Besson, Lucy es una película
extraña en el desarrollo y transcurso de su historia que ya desde el primer
momento trata de deslumbrar y de sorprender al espectador pero no con efectos
especiales vistosos ni con explosiones ni con acción barata, sino con momentos
de impacto visual y argumental que establecen las bases de una historia que
cada vez se vuelve mas delirante y que va evolucionando hasta convertirse en un
display en imágenes del alucinante “viaje” al que su protagonista, la Lucy del
título, se somete accidentalmente y que trasciende cualquier límite humano,
espacial o material mientras que ella se entrega a una nueva condición que va
cambiando a medida que avanza el metraje y de la que hace partícipe al espectador. Aunque su temática pueda pecar de
excesiva y absurdamente ambiciosa -en ese sentido la influencia visual y
conceptual del Stanley Kubrick de 2001: Una
Odisea Espacial es clara- todo esta manejado con inteligencia y sin
demasiados adornos. Diálogos justos y mucha insinuación narrativa en una
película que además del tandem Kubrick-Clarke bebe del Alejandro Jodorowsky
comiquero (notable influencia de El Incal),
la ciencia-ficción ciberpunk de William Gibson y el cine negro francés. Los efectos especiales
se llevan la palma, pero ojo, siempre están al servicio del peculiar devenir de
la historia.
Scarlett
Johansson da vida con pulcritud y credibilidad a la heroína del filme, una
joven accidentalmente metida en una trama de narcotráfico en Taiwán a la que
implantan la extraña droga con la que un amigo estaba comerciando: una
sustancia azul- codiciada por unos mafiosos coreanos- que pronto le hará utilizar su capacidad
cerebral más allá del 10% utilizada habitualmente por los seres humanos. Con
poderes que van aumentando por horas conforme su capacidad cerebral va creciendo,
Lucy decide visitar a un científico especialista en actividad cerebral (Morgan
Freeman) para que le ayude en lo que parece una pérdida de humanidad en toda
regla… ¿o es una evolución en algo más? Que nadie espera un filme de acción o
una película de superhéroes porque el chasco que se van a llevar es mayúsculo,
así mismo, dada su complejidad temática esta película no es apta para niños y
puede que deje chafados a muchos adolescentes. El prolífico Luc Besson en esta
ocasión ha acertado y con este film los amantes de historias fantásticas diferentes
y sesudas pueden estar de enhorabuena.
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