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Decididamente,
el filón de James Bond 007 ya no da para mucho más. No sirve de nada tratar de
relanzar la eterna saga con un producto moldeado a base de un elevado
presupuesto y un guión inteligentemente efectista como ya se hizo con Skyfall (2012) si después se vuelve a lo
de siempre con una absoluta flan de imaginación algo que por otra parte la
serie venía adoleciendo desde principios de los 80 aunque las relativamente
buenas taquillas de los filmes 007 han logrado no interrumpir definitivamente
la franquicia. Spectre, al igual que Skyfall dirigida por Sam Mendes, vuelve
a reincidir en la “humanidad” del agente 007 tal y como esta siguiendo la
imagen canónica del personaje desde que Daniel Craig comenzó a encarnarlo, pero
además de no dar el pego en ningún momento desde la vertiente dramática- otra
vez refiriéndose al pasado del superagente- se echa en falta una historia más
elaborada y apasionada y no una sucesión de clichés sobre el personaje y de
todo lo que se espera de sus películas, algo de lo que adolece la serie desde
tiempo inmemorial. Pero parece que el público no se cansa de recibir siempre lo
mismo al menos hasta el momento (aunque la serie ya tuvo su momento crítico a
finales de los 80) y no nos engañemos, no cabe esperarse mucho más de un filme
de James Bond.
Spectre vuelve a jugar con la mitología de un personaje de
ficción del que ya se ha dicho y hecho de todo y tras superar algunos
impedimentos legales los responsables actuales de la franquicia vuelven a
introducir Spectre (Spectra, como siempre se ha conocido en castellano), la
peligrosa organización criminal internacional con ansias de dominar el mundo
creada por junto con el personaje de Bond prácticamente desde sus comienzos
como personaje literario de la mano de Ian Fleming, y con ella retorna su
cabeza visible, el carismático supervillano Ernst Stavro Blofeld encarnado con
convicción pero sujeto a lo más o menos esperable por ese gran actor que es el
austriaco Christoph Watz. Y tal y como cabía esperarse, pese a reinventarse
dicho personaje para la ocasión con una sugerente conexión con Bond, el
homenaje fácil y el pastiche hacen su acto de aparición relativizando bastante
el buen trabajo de Waltz en el papel: una pena. Mexico DF, Roma y Túnez son
algunos de los escenarios en donde se desarrolla la historia trufada de acción
trepidante, explosiones, persecuciones imposibles motorizadas, luchas cuerpo a
cuerpo y bases secretas de alta tecnología con villanos muy malotes. Una cierta
crítica a la corrupción de las élites gobernantes intenta abrirse paso en un
espectáculo predecible y malamente grandilocuente donde los efectos visuales
son los claros protagonistas. Sam Mendes, eso si, trata de poner su impronta de
gran director pero la premisa es mas endeble que en Skyfall y poco puede hacerse. Y es que ya todo lo relativo a 007 es
reiterativo y aburrido.
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