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John Carney ha completado con su nuevo filme una
especie de trilogía- dentro de esta se encuentran sus títulos Once (2007) y Begin Again (2014)- con el mundo de la música como telón de fondo y
con cierto tono social y costumbrista, que contemplado en su conjunto resulta
una delicia pese a las diferencias entre los tres filmes. Así esta estupenda y
simpática Sing Street, además de ser su película más autobiográfica resulta
contener mayor número de elementos de comedia que las otras dos películas
citadas y aunque no es tan brillante como aquellas (Once ya es un pequeño clásico del cine europeo de los 2000)
demuestra una vez más la genialidad del director y guionista irlandés por dotar
de enorme credibilidad y aliento emotivo a más que sugerentes historias
cotidianas que oscilan entre la épica del día a día y un mensaje de esperanza
que las hace particularmente entrañables y todo ello con la música y las
canciones como hilo conductor y elemento principal y catalizador del filme. En esta ocasión viajamos al Dublín de 1985 en
una Irlanda por entonces azotada por la crisis y el paro donde Carney rememora
sus recuerdos de adolescencia y sus primeros encuentros con la música. Conor
(Ferdia Walsh-Peelo), el chaval de 15 años protagonista, sufrirá un inesperado proceso
de maduración en un momento crucial de su vida cuando con sus padres al borde
del divorcio y con la situación económica de su familia en estado precario
decide montar un grupo de rock atraído por la efervescencia de la escena pop
rock británica de mediados de los 80 y descubre el amor de su vida en la
persona de Raphina (Lucy Boynton) una
aspirante a modelo de 16 años que anhela un futuro mejor en Inglaterra.
La película cumple con creces un triple propósito,
por una parte trazar un retrato generacional de unos adolescentes confusos pero
idealistas en un país problemático y acomplejado como la Irlanda de los 80 que
parecía querer superar su gris perspectiva adoptando el colorista mundo de las
bandas de los 80 y sus estilos mas en boga (New Romantics, Punk, Soul Pop,
Postpunk, Synth Pop); por otra narrar una historia romántica de maduración y de
búsqueda de un lugar en el mundo en donde la amistad y los lazos familiares (en
este caso la relación entre hermanos) cumplen un papel fundamental; y
finalmente llevar a cabo un homenaje al rock de los 80, su espíritu, sus
ideales (que influyeron decisivamente en muchos jóvenes del Reino Unido y de
Irlanda) y todos sus protagonistas por medio principalmente de el grupo que
Conor y sus amigos de su nuevo colegio católico forman para realizarse
personalmente y por que no, dejar de ser los más impopulares y pringadillos del
cole: Sing Street. Adoptando diferentes looks y estilos musicales que
homenajean a los protagonistas de aquella gran década en la historia de la
música popular (Duran Duran, The Cure, Hall & Oates, Spandau Ballet), los
chavales de Sing Street nos deleitan a lo largo del extraje con resultonas
canciones-trasunto- alguna muy buena- e impagables videoclips caseros (son para
partirse el culo) al tiempo que Conor, enamorado de Raphina, la musa del grupo
y actriz de sus videos, trata de ubicarse en una relación con una chica
idealizada y madura y que para él cada vez más es un amor imposible. Con un
sano sentido del humor costumbrista al estilo de las islas y un tono emocional
y verista, Sing Street es un filme degustable y más que entretenido que una vez
más demuestra lo hábil narrador que es John Carney y lo excelentemente que
transmite su amor a la música: además de los nuevos temas del grupo de ficción
en el soundtrack del filme hay canciones de The Jam, Duran Duran, The Clash,
Genesis, Motorhead y otros que harán las delicias de los nostálgicos de los 80.
Una pequeña gran película.
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