**** y 1/2
Gran
sorpresa el debut en el largo de la joven realizadora catalana Carla Simón, una
película autobiográfica sobre un episodio de la vida de la directora que le
marcó profundamente y que ha tenido la gentileza de compartirlo con nosotros en
forma de un encantador y más que sugerente relato de maduración y de
descripción-muestrario de sentimientos con la infancia como foco central. No se
puede decir que haya una historia definida en esta película ya que lo que trata
de trasmitir es la situación, las vivencias, las sensaciones y los sentimientos
de su pequeña protagonista, Frida (Laia Artigas), trasunto de la propia
directora: una niña de 7 años que acaba de perder a su madre, víctima de, además
de haber fallecido su padre unos años antes, y que ahora pasa a la
tutela-adopción de su tío Esteve (David Verdaguer), hermano de su madre
fallecida, y de su tía Marga (Bruna Cusí), padres de Anna (Paula Robles), de
cinco años. Es el verano del año de 1993 y Carla pasa los primeros momentos de
su nueva vida en la masía de un pueblo de Girona donde residen sus tíos. La
niña no parece haber asumido aún el duelo por la pérdida de su madre, acaecida
solo unos días antes, y trata de adaptarse a sus nuevos padres ya su nueva
hermana mientras explora un entorno, el rural y campestre, que para ella
resulta desconocido y fascinante y en donde el recuerdo de su madre, vivido de
una forma inocente y peculiar pero sin lágrimas, está siempre presente. La
difícil adaptación de Carla y los problemas que crea a sus tíos y a su primita,
con la que establece desde el primer momento una curiosa relación mezcla de
complicidad fraternal y dominación egoísta al más puro estilo infantil, es lo
que mueve la película en su mínima línea verdaderamente argumental ya que lo
que aquí importa en realidad es el sentir de Carla y su mirada ante las cosas
envuelta en una circunstancia demasiado extraña para ella como para
exteriorizar algo.
El Espíritu de la Colmena parece una cierta referencia a esta película en
cuanto se trata de mostrar todos los entresijos y la complejidad de la mirada
infantil, aunque aquí el tono eminentemente realista hace de este filme una
cosa bien diferente al mítico largometraje de Víctor Erice. Con un reparto
adulto de intérpretes de los circuitos catalanes algunos de ellos debutantes y
el tono casi de improvisación del filme (rodado en catalán) en un espacio
bastante restringido - la inmensa mayoría del metraje se desarrolla en la masía
familiar- la película es un feliz ejercicio de cine verista muy adecuado al
tono intimista y de concatenación de situaciones y anécdotas de enorme
realismo, esta claro la directora se ah
propuesto reproducir esa parte de su infancia al más mínimo detalle y para ello
ha recurrido a recursos muy bien resueltos que abarcan una escenificación casi
exacta de las relaciones familiares en situaciones desagradables y límite
(todos los parientes de Carla trasmiten total credibilidad y resultan
identificables como diversas tipologías de familiares), una muy fiel
representación de los comportamientos de la infancia, y sobre todo un estudio
de la reacción de los niños ante la pérdida y ante la desgracia. En el extraje
no contemplamos casi a una Carla triste, sino a una Carla curiosa, rebelde y
con sentimientos encontrados que abarcan el miedo, la ira, el atrevimiento y el
escapismo, trayendo siempre de cabeza a su tíos, unos seres que definitivamente
la llegada de carla pese a las esperanzas iniciales termina desnortándoles y
solo en ese momento asumirán la importancia de la pérdida de la madre de la
niña y sus consecuencias. El momento catárquico final, vivido por la
protagonista, ilustra perfectamente el resultado del devenir de todo lo que
hemos visto hasta ese momento en Carla. La niña Laia Artigas está fascinante en
su debut y consigue adueñarse totalmente de la película con una madurez y
naturalidad desbordantes. También es de reseñar la actuación de la muy pequeña
Paula Robles, con una credibilidad fastuosa. Ha sido un acierto estrenar esta
película en toda España en VO subtitulada porque no quiero ni imaginar la
chapuza que hubiesen hecho doblándola y en definitiva desproveyéndola de su
trabajado naturalismo en los diálogos. Una pequeña joya que demuestra que hay
nuevos cineastas con mucho, mucho que decir y que además se atreven con
proyectos tan difíciles como este, que es la mejor película española en lo que
llevamos de año.
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