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Buenas intenciones que consiguen llegar a buen puerto
sin hacer una gran película pero ofreciendo una obra sólida e interesante. Esto
es lo que El cuaderno de Sara ha logrado
a través de una esforzada producción ambientada y rodada (aunque solo en parte)
en África y que una vez más toca el tema de la difícil relación del mundo
“blanco” con este continente visto con los ojos de dos mujeres españolas. Con
un espíritu más filosófico-antropológico que de denuncia- aunque también la hay-
y con una aceptable presentación de filme casi de aventuras y acción aunque en
realidad nos encontremos con un drama psicológico y familiar puro y duro, esta
película pese a que consigue atraer y conmover al espectador con su muy bien
hilado hilo argumental centrado en el personaje de la decidida Laura (Belén
Rueda), no llega a convertirse en una gran historia aunque a priori había
mimbres más que notables. Norberto López Amado, un director de carrera
principalmente televisiva, sabe tratar como se merece al espinoso tema de las
guerras y la explotación en el África negra y las catástrofes humanitarias
subsiguientes así como todo el (muchas veces interesado) entramado de muchas
ONGs, pero da la sensación de que la película se pierde en multitud de temas, entradas
y salidas de personajes y un discurrir de la historia a veces precipitado. Pero
se agradecen películas como estas dentro del cine español, con vocación
internacional (el reparto también lo es), un presupuesto y un diseño de
producción acorde a las circunstancias y una historia atrayente y bien
planteada.
Ambientada principalmente en el Congo además de en
otros países africanos, la historia nos lleva al periplo de Laura, una abogada
de unos 50 años que decide ir en busca de su hermana menor Sara (Marian
Álvarez), una médico cooperante en África de la que no se sabe nada desde dos
años atrás pero que parece ser que sigue viva conviviendo con un grupo armado
en el Congo que se dedica a secuestrar a niños para convertirlos en soldados y
para trabajar como esclavos en minas de coltán, un negocio lucrativo y oscuro
en el que muchos europeos están envueltos. Ayudada por diferentes personas de
distintos países que conoce a su llegada al continente y casi siempre guiándose
por su propio criterio desoyendo todo tipo de consejos, Laura se introduce en
una peligrosa aventura en donde la muerte está siempre al acecho y en donde
dará cuenta de las complejas contradicciones de la vida del pueblo congoleño y
la enmarañada situación de muchos de sus habitantes. Con cierta crítica a
aspectos de la ONU,
las ONG occidentales y el desinterés general del resto del mundo con el drama
de muchos países de África, la película encuentra sus momentos más interesantes
cuando recurre a cierta poesía visual y de situaciones y en su último cuarto,
cuando el espíritu de Joseph Conrad y aquel “susurro de un viento que se
levanta” que inspiró también a Coppola hace acto de presencia. Una violencia
muchas veces atroz pero no muy explicita viene a ilustrar el sentido de una
historia-realidad con más capas de lo que parece Aunque al conclusión de la película pueda
resultar un tanto estirada y fácil, el filme sabe llegar a buen puerto
reforzado con unas interpretaciones entonadas en donde Belén Rueda cumple con
creces.
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