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Sin muchas pretensiones artísticas pero con ganas de
contar de la mejor manera posible una historia tanto épica como enormemente
sugerente se presenta esta película que combinando entretenimiento y mensaje
con el cine de aventuras en tiempos remotos (la prehistoria) como telón de
fondo ofrece un curios relato pseudohistórico del origen de la simbiótica
relación entre el perro y el ser humano. El realizador Albert Hugues (Desde el infierno, El libro de Eli) no ha pretendido una película meticulosamente fiel
a lo que se supone que vino a ser la vida del hombre prehistórico al estilo de En Busca del Fuego, sino una bonita
fábula idealizada con una historia sencilla que pueda cautivar a todos los
públicos (incluido el infantil). En medio de un derroche de efectos y
escenarios digitales para recrear el paleolítico superior cercano a la
glaciación se consigue una película naturalista trufada de bellos paisajes
(reales o artificiales) realzada por una espectacular fotografía panorámica:
lástima que a veces la imagen sea un poco plana y que tampoco ayuden los
insertos digitales, por lo que la vistosidad de los escenarios a veces se queda
corta.
El hecho de que la historia se ambiente en la
prehistoria sirve de perfecta excusa para trazar una historia muy sencilla pero
con todo el emotivo aliento épico de tratar de contar un descubrimiento
fundamental para la humanidad, si bien de una manera un tanto simplona: Keda
(Kodi Smit-McPee) el adolescente hijo de una tribu de Homo Sapiens dedicados
principalmente a la caza es dado por muerto tras despeñarse cazando bisontes.
Superviviente y tratando de curar sus heridas conoce a un lobo extraviado de su
manada con el que al principio rivalizará por la comida pero que en poco tiempo
se convertirá en compañero inseparable. Entre el muchacho y el lobo se
establece así un vínculo afectivo que hace que el animal se amanse pero sin
dejar de proteger a Keda mientras que este madura en su experiencia lejos de
los suyos. Pese a que en la descripción de la relación entre el chaval y el
lobo hay demasiados lugares comunes mil veces vistos, la película sabe como
mantener interés con un diálogo mínimo gracias a unas imágenes evocadoras, pero
su inapropiado ritmo y su a veces poco convincente retrato del paleolítico
unido a otros anacronismos (el propio nombre del bicho, una palabra griega que
una lengua preindoeropea no hubiese conocido, pero claro aquí no está
asesorando Anthony Burgess) a veces hacen caer en el tedio y lo estrambótico.
Pero no importa, Alpha es un bonito relato
que demuestra como desde el cine de evasión se pueden hacer cosas más que
interesantes.
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