*** y 1/2
Cuando una biografía se proyecta hacia acontecimientos
significativos y/o esenciales en la memoria colectiva (básicamente, hechos
históricos) casi siempre tenemos ante nosotros una historia apasionante, como
lo fue la de la periodista norteamericana afincada en el Reino Unido Marie
Colvin (1956-2012), corresponsal de
guerra para el Sunday Times fallecida en la Guerra Civil de Siria.
Interpretada con verdadero acierto y entrega por Rosamund Pike, la figura de
Colvin está tratada con aparentemente bastante honestidad, alabando lo que hay
que alabar sobre el personaje pero sin pasar por alto sus miserias y defectos
componiendo así un carácter verdaderamente creíble. Esta película se enmarca
decididamente en el cine político-social con su poso de crónica de los
entresijos de la actividad periodística en conflictos armados a lo largo del
mundo, pero ante todo quiere dejar claro que es una película denuncia sobre la
guerra, los que la manejan y crean y sus consecuencias a nivel global, tanto en
los países como sobre todo en las personas que las padecen. No es cine bélico
propiamente dicho, lo que no impide que la guerra tenga un papel esencial en
las imágenes y en la narración, con una perfecta y realista recreación de diferentes
conflictos armados que vivó Marie Colvin en los últimos años de su vida: las
imágenes no se ahorran en crudeza tal y como debe corresponder a un filme sobre
guerras reales que trate de conmover y hacer reflexionar al público. En ese
sentido, el trabajo como director de Matthew Heineman es excelente, sin
desdeñar el drama y el complejo retrato psicológico de la protagonista.
Rosamund Pike se mimetiza totalmente con Colvin y su
un tanto desconcertante personalidad, el de una persona totalmente volcada con
su trabajo de reportera de guerra y por contar la verdad sobre Libia, Siria,
Palestina, Sri Lanka (donde perdió la visión de un ojo que la hizo llevar un
parche prácticamente hasta el resto de sus días) y por denunciar las
injusticias y atrocidades que se estaban cometiendo, ocasionando el ser testigo
de estas un desequilibrio mental que condicionó su vida y la hizo caer en
profundas crisis. No obstante aunque el retrato psicológico de la protagonista
no deja de ser fundamental en ningún momento de el filme se hecha algo en falta
una mayor profundidad en esto, algo que tal vez no se ha conseguido por querer
abordar demasiados aspectos en la historia (los problemas con sus superiores,
las relaciones interpersonales sobre todo con Paul Conroy (Jamie Duhan), los
tejemanejes bélicos, la ética perodística). La película pese a todo consigue
ser impresionante y conmovedora y sin el recurso de las consabidas trampas
dramáticas, un filme cien por cien recomendable a periodistas como a gente
harta de la hipocresía de la política internacional actual.
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