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Curiosa distopía mexicana la que nos presenta esta película,
un esforzado ejercicio de thriller políticosocial que plantea un inquietante what if en parte inspirado por la situación
actual en México pero extrapolable a otros países ya que parte de su premisa
recuerda mucho al extremismo ideológico que se esta viviendo en muchas partes
del mundo. Así, partiendo de la política-ficción y utilizando el recurso estilístico
de la intriga y el belicismo, un director tan hábil como Michel Franco (la última
gran esperanza del cine azteca) firma una cinta sobrecogedora y más que
sugerente en estos tiempos que corren por desgracia demasiado condicionada por
lo confuso de su nudo y resolución y por las limitaciones de un guión que
pretende ser dinámico y cambiante a la par que sorprendente (y lo consigue) pero
que se torna desbarroso cuando trata de tomar atajos narrativos y elipsis
confusas. Franco demuestra ser un director de alto nivel aunque en esta película
no logra exhibir sus máximas capacidades.
Gracias al régimen de coproducción con Francia Michel
Franco ha podido contar con enormes medios técnicos en lo concerniente al número
de extras y una puesta en escena propia
de gran producción pse a que la película esta enmarcada en espacios muy
concretos. La historia arranca con la celebración de una boda civil de dos jóvenes
de buenas familias en el chalet de los padres de la novia, Marianne (Naian González
Norvind) al tiempo que en la ciudad se lleva a cabo una violenta manifestación de
miembros de las clases desfavorecidas. Los acontecimientos comienzan a
precipitarse cuando unos de los manifestantes irrumpen en la celebración con la
complicidad de los criados y trabajadores de la familia de Marianne, desatándose
una barbarie (en la casa y sobre todo en las calles) a la que el espectador
asiste asombrado no ya solo por el verismo de cómo esta filmada sino por como
van evolucionando los acontecimientos.
La película no parece querer distinguir entre buenos y malos y aunque su mensaje es más o menos antimilitarista hay bastante desdibujamiento intencionado en el desarrollo lo cual además de confuso puede resultar a veces demasiado tramposo y poco arriesgado. El tono de fábula distópica también lastra en cierto modo al credibilidad de este filme, que en sus compases finales no termina de explotar recursos que parecía tener en la mango como elementos sorpresa y en cambio recurre a relativas obviedades. Con todo, Nuevo Orden es una buena película en donde además su escasa duración consigue evitar el empacho visual al espectador por lo frenético muchas veces de su ritmo.
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