***y 1/2
En tiempos difíciles el cine denuncia resurge. Esto no
es en si ninguna novedad significativa, pero si reseñamos el hecho de que resurge
en el cine estadounidense entonces nos encontramos ante un hecho claramente revelador.
Las múltiples injusticias políticas y sociales que las diferentes
administraciones y gobiernos han llevado a cabo en EEUU en los últimos años tarde
o temprano tenían que tener reflejo en la filmografía de directores más o menos
contracorriente u osados y así ha sido, esta vez por parte del director, guionista
y actor de origen surcoreano Justin Chon, quien lleva a cabo esos tres
cometidos en este estupendo filme, una historia basada en crónicas por
desgracia reales que ponen en severa tela de juicio la política norteamericana
de las deportaciones y la polémica legislación antes de la Ley de Ciudadanía
Infantil de 2000.
Un ciudadano norteamericano por adopción a edad temprana nacido en Corea tiene que enfrentarse súbitamente y después de toda una vida en New Orleans a una extradición a su país de nacimiento que apenas conoce: esto es lo que le ocurre a Antonio Leblanc, interpretado por el propio Chon, un treintañero tatuador de profesión, casado con una mujer blanca (Alicia Vikander) con una hija de seis años fruto de una relación anterior y un bebé de ambos en camino. Antonio, con problemas económicos, esta completamente desesperado y desnortado con la absurda e inesperada nueva situación al tiempo que sucesos de su pasado van saliendo a la luz y complicando aún más las cosas. Todo llevará además a deteriorar su vida familiar pero su nueva amistad con Parker (Linh Dan Pham), una mujer de origen vietnamita, añadirá a todo una nueva y extraña dimensión. Con un estilo realista y una buena condensación del drama, el costumbrismo y alguna licencia más arty y poética, la película cuenta con un perfecto estilo narrativo y sabe hacer que el espectador empalice totalmente con su protagonista. La combinación entre situaciones más dramáticas y otras de alivio que se van sucediendo sin dar tregua es otro recurso que se emplea con enorme habilidad. Sin ninguna amabilidad impostada y siempre con un claro tono de denuncia, Blue Bayou nos muestra otra de las múltiples caras oscuras del sueño americano y teniendo en cuenta que una de las funciones del séptimo arte además de entretener es la de provocar la reflexión esta película cumple al cien por cien dicho cometido.
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