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Iciar Bollain está demostrando ser una de los mejores
cineastas españolas en activo, una directora que sabe hacer y plasmar excelentes guiones de indudable
interés y enorme amplitud temática. Solamente un año exacto después de su último
filme La Boda de Rosa Bollain vuelve
a sorprender esta vez con una historia real adentrándose en el espinoso tema
del pasado del terror de ETA en Euskadi. Es además una buena noticia que cada vez
vayan proliferando más filmes sobre el problema que supuso la actividad de la banda
pero lo es además que como en el caso de Maixabel se apueste por un tono pedagógico,
sosegado y sin aspavientos. La verdad es que las muchas historias que ha dejado
la triste trayectoria de ETA dan para mucho en cuanto a material dramátizable pero
se ha acertado y de pleno reflejando un capítulo significativo y singular como
es la historia personal de Maixabel Lasa, mujer tolosarra a la que la banda asesinó
a su marido Juan Mari Jauregu, ex gobernador civil de Gupuzkoa, en 2000 y que años más tarde convertida en
directora de la Oficina de Atención a las Víctimas del Gobierno Vasco y con ETA
recién disuelta participó en una serie de encuentros restaurativos con terroristas
presos arrepentidos reuniéndose con los asesinos de su marido. Este gesto,
cargado de entereza y de convicción humanista, resulto enormemente significativo
en su momento y es precisamente toda la carga emocional que atesoró y que sigue
suscitando este hecho lo que Iciar Bollain ha plasmado excelentemente en este
filme intenso, emotivo y con un claro mensaje de reconciliación y superación
del pasado
Con el asesoramiento de la propia Maixabel y un
minucioso trabajo de documentación y de reproducción no ya solo de situaciones
sino de emociones y sensaciones- las vividas por Lasa y su familia y amigos, así
como las de los etarras intervinientes en el asesinato- el filme logra ser una
creíble crónica real basada en materia tan sensible como los sentimientos y el
retrato psicológico ante una situación totalmente al límite: el guión firmado por
la directora junto con Isa Campo es prodigioso e inmejorable. Esa excelente
actriz que es Blanca Portillo ha conseguido mimetizarse en una persona real
viva en todos sus aspectos siendo precisamente el interno en el que más fascina
y emociona: posible premio Goya. Las palabras, los gestos y las decisiones de
su personaje son plasmados a la perfección con el fin de que el espectador se
imbuya en esa un tanto insólita situación de una mujer que ha sido capaz de
perdonar a los asesinos de su marido compartiendo todas sus dudas y
reflexiones. Como contrapunto de Maixabel está el personaje de Ibon Etxezarreta,
uno de los tres activistas que se ocuparon del asesinato de Jáuregui y que tras
manifestar su total arrepentimiento en prisión solicitó reunirse en un permiso
penitenciario con Lasa: el retrato de un ser consciente de su fracaso que decidió
despojarse de esa máscara de crueldad que su entorno le forzó a llevar. Luis
Tosar, otro grandioso actor, convence y conmueve con su retrato expresando los
múltiples y contradictorios matices de su personaje.
Los momentos de emocionalidad en alto grado son
abundantes en este filme, que mediante el costumbrismo y el verismo muestra también
con tino y exactitud el panorama sociopolítico vasco en los últimos y difíciles
años de ETA, algo loable en una directora que no ha vivido en Euskadi (aunque sea
oriunda) reflejado en reconocibles escenarios urbanos y paisajísticos. Un buen
puñado de actores en su mayoría vascos secundan a la pareja protagonista en papeles
secundarios destacando Urko Olazabal como Luis Carrasco, el hombre que disparo
a Juan Mari y María Cerezuela como María, al hija de Maixabel, el reflejo de
una nueva generación destinada a vivir con esperanza. Y de eso es precisamente
de lo que habla Maixabel, de esperanza
y de superación del pasado. La escena final pone los pelos en punta y esa es la
culminación de un enorme filme que hasta el momento es la obra maestra de Iciar
Bollain.
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