¿Quién arrancó las
páginas?
La vida y semblanza de Lewis Carroll ha sido descrita a lo
largo del tiempo por bastantes biógrafos y críticos como “absurda” y propia de una personalidad infantil:
básicamente, se ha hablado de un sujeto inmaduro, obsesionado con los cuentos,
canciones y entretenimientos de los niños, incapaz de mantener relaciones
con mujeres adultas y con una lógica de
la vida bastante ridícula y extravagante (esto último esta basado burda y
únicamente en sus disertaciones sobre el absurdo expuestas en obras como los
dos libros de Alice y en otros escritos,
y no en episodios reales de su vida). Parece como sí personajes como el Mad Hatter de Alicia fuesen trasuntos
reales del propio Carroll o incluso el escritor hubiese vivido perpetuamente en
un Wonderland existente solo en su mente, pero nada de esto parece ser cierto.
Como también son infundadas las acusaciones que se le han hecho tras su muerte
de pedófilo, principalmente por sus fotografías de niñas desnudas y por la
amistad que mantuvo con la pequeña Alice Lidell, de la que se llegó a decir que
estaba enamorado y que incluso pidió a su familia matrimonio cuando esta apenas
contaba con once años de edad. Todas estas afirmaciones forman parte del
llamado “mito de Carroll”, un conjunto de creencias sobre el escritor y
matemático que durante años se han mantenido como ciertas pero que desde
finales del siglo XX se han dido desmontando y demostrando su falsedad. La
supuesta pedofilia de Lewis Carroll y su presunta extraña relación con Alice
Liddell y con otras niñas siempre han sido por su sensacionalismo el material
más jugoso, polémico y explotado de todos los mitos relacionados con el
escritor y de hecho la imaginación siempre ha corrido rauda y veloz en este
tema concreto por un simple afán morboso alimentado por historiadas y un tanto inquietantes fotografías
de niñas y jovencitas en poses manieristas, dedicatorias en versos acrósticos y
diarios con páginas perdidas.
Alice Liddell (foto de Carroll) |
Una cosa es cierta: se desconocen por diferentes motivos
bastantes detalles de la vida de Lewis Carroll, y esto lógicamente ha abierto para
biógrafos y estudiosos la caja de las especulaciones. Así mismo, hacia 1863
Lewis Carroll rompió relaciones con los Liddell sin que se haya sabido nunca el
motivo exacto. Pese a que el escritor dejó constancia de sus vivencias en diarios
escritos durante varios años, como hemos dicho antes los registros de ciertos
años se encuentran parcialmente perdidos: faltan cuatro volúmenes completos del
periodo de juventud de 1853-1863 y en más de una decena de otros diarios
completos de ese periodo varias hojas fueron arrancadas. Se desconocen los
motivos exactos de esas ausencias, pérdidas, eliminaciones o lo que sea en un
periodo en el cual Charles Lutwige Dodgson compartió felices momentos con al
familia Lidell, comenzó su carrera literaria, sufrió crisis espirituales
derivadas de un ejercicio eclesiástico con escasa convicción y comenzó a
concebir el universo de Wonderland. Aunque
es posible que esas crisis filosófico-religiosas tengan algo que ver con la
eliminación de algunas páginas esto no está demostrado, así mismo la
desaparición completa de volúmenes que abarcaban varios meses es absurdo
determinar que fue deliberada ya que su extravío ha podido ser perfectamente
accidental. En todo caso, siempre se ha especulado si esos registros diarios
perdidos tenían alguna relación con cierta atracción amorosa que Carroll
hubiese tenido con Alice Lidell, pero no hay nada que lo demuestre. Varios
autores han especulado con que la página perdida correspondiente al 27 de junio
de 1863 corresponde al día en el que el escritor de 31 años pidió a los Liddell
la mano de su hija de 11, una concepción que se ha extendido enormemente
durante el siglo XX hasta el punto de ser considerada por muchos por cierta. No
hay nada sin embargo que apoye dicha teoría, que dicho sea de paso ha servido
para explicar el aún misterioso fin de la amistad de Lewis Carroll con los
Liddell.
A Long Tail
En 1996 se descubrió un escrito en los archivos de la
familia Dodgson, atribuido a una mano diferente a la Carroll, que resumía
aparentemente el contenido de algunas páginas de diarios perdidas
correspondientes a junio de 1863: allí se decía que la Señora Liddell había
advertido a Carroll que circulaban rumores de una relación con la institutriz
de la familia y con Ina (Lorina Jr.), la hija mayor. Todo esto es muy probable
ya que, pese a lo que popularmente se cree, Carroll fue un Don Juan al que se
atribuyen romances con mujeres casadas algo que escandalizó a la opinión
pública victoriana y que de alguna manera también avergonzaba internamente al
propio autor que apenas dejó constancia de estos affaires en sus diarios,
probablemente atormentado por su torturado cristianismo y por su condición de
clérigo. Es muy posible que estos rumores (no se sabe si ciertos o no) fuesen
una de las causas del fin de la amistad de Carroll con la familia del Decano de
Church Christ, así como también se ha especulado que entre las causas se
encuentre un flirteo del escritor hacia Lorina Liddell Sr, pero en todo caso
este documento no demuestra en absoluto que Alice fuese la causa de dicha
ruptura.
Foto de Beatrice Hatch por Lewis Carroll coloreada (1873) |
La supuesta pedofilia de Lewis Carroll no solo nunca ha sido
demostrada sino que posiblemente nunca existió. El argumento de las fotografías
de desnudos de niñas siempre ha sido el más defendido entre los partidarios de
tal afirmación, pero el desnudo artístico, incluso el infantil, era una
tendencia aceptada en la sociedad inglesa victoriana especialmente entre los
círculos artísticos más innovadores y eran muy habituales las tarjetas
artísticas con fotografías de niñas desnudas en la segunda mitad del siglo XIX.
También es evidente por diferentes testimonios que contrariamente a lo que se
piensa Carroll si estaba interesado en las mujeres adultas, tal y como hemos
visto, manteniendo durante su vida varias relaciones amorosas con mujeres tanto
solteras como casadas aunque nunca las propusiese matrimonio (a las solteras,
claro) por motivos que se desconocen exactamente aunque tal vez incluyesen el
célebre tartamudeo ocasional del autor. Con todo, tras su muerte su familia se
encargó de ocultar esos affaires dando la impresión de que Carroll no había
mantenido ninguna relación amorosa con ninguna mujer. Y otra cosa es cierta:
Lewis Carroll adoraba a los niños y niñas, hasta al extremo de considerar a
estos como pequeños amigos. Al artista le encantaba divertir y entretener a
hijos de amigos y vecinos con sus juegos, chistes, representaciones y
adivinanzas, así como disfrutaba dando clases de lógica y matemáticas a los
niños retándoles con enigmas y acertijos numéricos que desarrollasen su
inteligencia pero nunca ha habido constancia de que tuviese atracción sexual ni
amorosa hacia ningún infante. Su amistad con Alice Liddell fue muy grande como
fácil se puede deducir contemplando fotografías y leyendo dedicatorias del
autor.
El mundo de Mr.
Dodgson
Carroll construyó un mundo literario hecho de paradojas
lógicas, matemática absurda, mucha imaginación y un desbordante vitalismo. Ese
mundo de juegos de palabras (como en el poema Jabberwocky), seres imposibles, realidades alternativas, espejos
deformantes, realidades que son sueños y sueños que son realidades solo pudo
surgir de una mente genial y en cierto modo enigmática y contradictoria como
fue la de Lewis Carroll, un genio excéntrico e incomprendido que construyó el
País de las Maravillas con el afecto que le tenía a los niños y el desprecio
hacia que mantenía hacia muchos aspectos del mundo de los adultos como la
hipocresía, la vanidad, el dogmatismo o el autoritarismo. El, que
paradójicamente fue un conservador, no aceptó nunca las reglas de una sociedad
británica del siglo XIX que a menudo limitaban el papel del artista o el
científico. En los números encontró la respuesta a muchas preguntas absurdas y
en su imaginación la vía de escape hacia un mundo más gratificante y
maravilloso. Desde el momento en el que Alicia siguió a un conejo blanco Lewis
Carroll nos dejó de alguna manera una realidad diferente a la hay que asomarse
al menos una vez en la vida aunque que no siempre sea fácil de entender. Así
fue también la propia existencia de Lewis Carroll, algo de difícil comprensión
pero sin duda magníficamente genial.
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