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Bueno,
pues a la Disney le ha dado por retratarse a si misma en el cine de ficción y a
contar una parte de su rica historia como una de las productoras
cinematográficas más influyentes y entrañables de cuantas existen y han
existido; ¿es esto una buena noticia? En un principio, la idea es cuanto menos
atractiva y sobre todo cuando lo que se trata es de rememorar la curiosa historia
de la gestación de la película Mary
Poppins (Robert Stevenson, 1964) la más famosa y tal vez mejor película de
(en su mayor parte) imagen real producida por el mítico estudio. Y aquí aparece
Mr. Disney encarnado con convicción por un Tom Hanks que se nota haberse
currado su papel con ahínco incluyendo un cambio físico propiciado por unos
kilos de mas con el fin de parecerse al Disney de los últimos años de su vida,
aunque en realidad la historia central del filme sea la de la propia creadora
literaria del personaje, la anglo-australiana Pamela Travers, una escritora
solterona, aparentemente amargada, malhumorada, susceptible y tiquismiquis que
tras resistirse 20 en firmar la adaptación de su novela, en el proceso de
preproducción del filme en el cual ello insistió en participar no hizo más que
poner pegas a todo llegando a tener fricciones con Disney e incluso poniendo el
proyecto en peligro varias veces. La gran Emma Thompson interpreta con entrega
a esta olvidada mujer creadora de uno de los mitos infantiles más sugerentes de
todo los tiempos, una escritora marcada por el drama personal que vivió en su
infancia personificado por la poderosa influencia de la figura paterna,
personaje el de su progenitor del que se hace cargo un correcto pero no tan eficaz
como otras veces Colin Farrell en las escenas flashbacks ambientadas en la
Australia natal de Travers. Buenas intenciones las de este filme, que trata de
mostrar como la complicada historia familiar de Travers influyó en la creación
del personaje y en su extraño carácter, sin que se llegue a buen puerto a la
hora de conseguir una buena película. Aunque estamos ante un drama con ribetes
de comedia que trata de ser trascendental y adulto y todo ello sin desdeñar un
acertado autohomenaje a los años dorados de Disney y a Mary Poppins, todos los
materiales están desigualmente trabajados y la irregularidad es constante en
una película con más bajos que altos.
Con
más hechuras de melodrama comercial que de gran drama, la película atesora no
obstante algún muy momento más que aceptable como varios de los que conforman
las escenas de la infancia de la escritora, aunque al fin de cuentas todo muy
previsiblemente resuelto. El drama personal de Travers con su padre, eje
argumental del filme y el complejo mundo sentimental y afectivo en el que ella
parece vivir a consecuencia de aquello también están correctamente retratados
gracias principalmente al trabajo de Emma Thompson, pero solo salen a relucir
muy fugazmente en el metraje. En cuanto
al duelo interpretativo entre Hanks y Thompson pese a mostrar perfectamente
como es una relación laboral dificultosa cae también en lo fácil así como
resultan un tanto moñas las batallitas internas en el estudio Disney, plasmadas
con cierta autoindulgencia. Pero pese a que no sea una gran película, Saving Mr. Banks hará en muchos momentos las delicias de fans de
Walt Disney, de Mary Poppins y del cine en general con ese siempre delicioso
(aunque en esta ocasión algo superficial) retrato del cine dentro del cine: se
pueden contemplar bocetos, diseños y storyboards originales de la película y
después de los títulos de créditos se oye una grabación real de una de las
conversaciones creativas entre Pamela Trevers y Walt Disney, además de verse
durante el metraje imágenes originales del filme Mary Poppins con su doblaje
original al castellano. Un buen homenaje, si, pero simplón y a medias.