sábado, febrero 13, 2021

LA CHICA DEL BRAZALETE (LE FILLE AU BRACELET)


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Sin recurrir a los tópicos del cine judicial y apostando por el drama psicológico y familiar, este curioso filme galo sin levantar mucho el tono termina siendo una obra sólida que realizada con enorme esmero ofrece una novedosa y sensible visión de un juicio por supuesto asesinato. Tanto desde la perspectiva de la acusada -una menor de edad- como de la de su familia, la película se focaliza en una amplia gama de sentimientos, actitudes y sensaciones vividos por sus protagonistas, que van desde la desconcertante frialdad de la adolescente de 16 años Lise (Melissa Guers) acusada de asesinar a cuchillazos a su mejor amiga, a la desesperada y un tanto resignada vivencia de la situación de sus progenitores (Chiara Mastroiani y Roschdy Zem) quienes pese a creer en la inocencia de su hija en el juicio comenzarán a dudar en el momento que descubren con sorpresa secretos en la vida de Liz.  El director Stéphane Demoustier realiza un buen trabajo con un film que juega con el minimalismo espacial (la mayor parte de la película se desarrolla en la sala del tribunal) y la importancia de los diálogos para conseguir que el espectador sea literalmente un asistente al juicio de la muchacha y valore en sí mismo todas las pruebas y argumentos presentados así como las reacciones de sus protagonistas, tanto dentro como fuera del juicio. Realmente es difícil que una película centrada en un proceso judicial resulte estimulante para el espectador, pero La chica del brazalete, gracias a los recursos antes citados, lo consigue. Lo que no quiere decir que este filme tenga sus fallos, principalmente por su cierta parquedad y morosidad narrativa.

La joven actriz Melissa Guers lleva a cabo una más que encomiable interpretación como una adolescente que se encuentra al borde de la tragedia y cuya integridad ética ha quedado lógicamente en entre dicho para gran parte de la opinión pública y que además se tiene que batir con al desconfianza y el sufrimiento de su familia. Recién salida de prisión después de dos años y recluida en el domicilio de sus padres con un brazalete de vigilancia en el pie, Liz en el juicio luchará contra la acusación y contra ella misma, algo que no somos capaces de ver pero que intuimos gracias a sus silencios y su actitud gélida en el juicio. Puede que el espectador saque sus propias conclusiones sobre la joven y sobre el caso, pero la película no se decanta en ningún momento por nada y allí reside el principal logro de esta película: el ofrecer un relato que pese a mostrar todas las visiones subjetivas habidas y por haber deja una tábula rasa interpretable de muchas maneras. Y en lo que al puro drama familiar se refiere la  película anda también bastante firme pese a que se echa en falta una mayor emotividad (el personaje de la madre, que tenía el mayor potencial en este sentido, no termina de explotar) que en cierto modo lastra la solidez de la historia. El cine de juicios no tiene por que ser aburrido si dentro de una película de este tipo hay algo más.