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Un claro ejemplo de como con una historia muy sencilla se puede hacer una excelente película. Avelina Prat, que con su primer filme Vasil (2022) dejó muy buen regusto, en esta ocasión supera el listón con este curioso melodrama de corte psicológico sustentado en sus muy competentes intérpretes: no solo su protagonista principal, ese actor ya veterano pero redescubierto que es Manolo Solo, y su actriz principal la polifacética y superdotada María de Medeiros están sublimes, la serbia Branca Katic, que se hace cargo de un rol secundario pero fundamental y pivotal en la historia, está estupenda. No podía dejar de ser casi perfecto el trabajo actoral en una película donde la interacción de los personajes, especialmente entre los dos principales, es fundamental. Dos seres que en diferentes momentos reubican y rediseñan su vida de cero, viviendo de diferentes falsedades para huir de un pasado doloroso. Y junto a ello, el mensaje de entendimiento (y coincidencia) entre diferentes nacionalidades, idiomas y culturas, con la constatación de que determinadas situaciones y sentimeintos son comunes en todos los seres humanos; mensaje que ya aparecía en la anterior película de la directora, un valor en alza que supone una muestra más de la excelente nueva generación de realizadoras españolas que ha surgido en los últimos años.
Fernando, un profesor universitario de Geografía, se encuentra de la noche a la mañana con que su mujer de origen serbio, Milena, con la que en realidad llevaba poco tiempo, ha desaparecido sin dejar rastro (el espectador conoce que ha abandonado a su marido sin previo aviso). Desesperado y desorientado, viaja a Portugal a olvidarlo todo donde conoce a Manuel, un jardinero español que muere súbitamente de un infarto. Fernando tomará la documentación de Manuel y viaja a la lujosa quinta donde el auténtico jardinero iba a trabajar para ocupar su lugar . Allí conoce a la propietaria de la propiedad, Amalia, una mujer rica y culta de afable carácter que pronto conectará con Fernando (al que aparentemente cree el verdadero Manuel) pero que también parece esconder o huir de algo. La excelente interpretación de aquella actriz que en buena parte de los 90 se convirtió en la estrella europea del momento empuja la película a momentos realmente sublimes en donde el intentar averiguar la verdad por parte de los personajes parece una necesidad que se alcanza de maneras inesperadas. Manolo Solo por su parte está perfectamente creíble como un hombre perdido y con muchas preguntas que en aquella mansión portuguesa llena de belleza decadente logra por fin la estabilidad hasta que casi por casualidad un hallazgo sobre lo que le impulsó a cambar de vida parece dar una nueva dimensión a todo. Se cambian muy bien los contextos dramáticos en esta película y ello constituye un espectáculo narrativo de primer orden, llegando hasta la curiosa catarsis final. Filme elaborado y grato de ver que no debe ebn modo algunos pasar desapercibido.