viernes, abril 14, 2023

EL IMPERIO DE LA LUZ (EMPIRE OF LIGHT)

 


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Sam Mendes parece haber enderezado su trayectoria tras una década de 2010 titubeante (con dos poco estimulantes filmes de la serie 007) y tras la agradable sorpresa que supuso la innovadora cinta de cine bélico 1917 (2019) el realizador británico dirige por primera vez en casi 25 años de carrera una película íntegramente producida en su país y con bastante más que aceptables resultados. Empire of Light es un drama social y psicológico con regusto vintage y nostálgico (ambientada a principios de los 80) que consigue hacerse querer y conmover utilizando muy bien el costumbrismo y sobre todo la dialéctica entre sus dos protagonistas principales, dos seres muy diferentes que llegan a coincidir en un momento de sus vidas -por razones meramente laborales- pero que llegan a complementarse y a ayudarse mutuamente y, a su manera, a amarse. Y no es nada baladí que el entorno y contexto principal  del filme sea próspero complejo de salas de cine de provincias, ya que el homenaje al mundo de los exhibidores tradicionales de películas, a parte de estar presentado con mimo y cuidado, actúa como impulsor de la relación entre los protagonistas y de los cambios que estos experimentan: una declaración de amor al cine que además cumple función metabolizadora del relato.

El punto de arranque es el personaje de Hillary, interpretado por una sensacional (una vez más) Olivia Colman, una mujer de mediana edad que trabaja en el Cine Empire de su Margate natal (en la costa norte inglesa) como encargada de taquilleros. Hillary tiene un comportamiento extraño y excéntrico y parece tener problemas psicológicos aunque es respetada por sus compañeros y por su jefe Donald Ellis (Colin Firth) con el que mantiene encuentros sexuales pese a estar el casado. La llegada de un nuevo taquillero, un joven de raza negra llamado Stephen (Micheal Ward) abre para ella un mundo nuevo desde el momento que empiezan a compartir secretos y empiezan a comprender mutuamente las circunstancias especiales de cada uno. Hillary experimenta un viaje a lo mejor y lo peor de si misma con momentos álgidos pero también con peligrosas regresiones mientras que Stephen trata de ayudarla pero se ve muy limitado por muchos factores. La extraordinaria interpretación de Colman dirige y manda la película y la lleva por espectaculares derroteros con sublimes momentos dramáticos cargados de credibilidad, aunque no es menor el trabajo del prometedor Micheal Ward encarnando a un joven que simboliza muchos aspectos del nuevo Reino Unido de comienzos de los 80, aquel que plantó cara al tatcherismo con multirracialidad, liberación de las costumbres y un enfoque vital ante el encorsetamiento social británico, expresado por  la preeminencia musical de la New Wave. Una fotografía fastuosa y clasicista, una inteligente utilización de la banda sonora donde abundan hits de diferentes épocas y por supuesto, una mención constante a películas del periodo de las que vemos varios fragmentos componen un fresco inteligente y delicioso. Como también es una delicia ver todos los entresijos de una sala de cine “de toda la vida” de y los profesionales que hicieron posible que muchos nos aficionásemos al cine, convenientemente homenajeados; ya solo por eso este filme merecería la pena.