martes, septiembre 04, 2018

ALPHA





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Sin muchas pretensiones artísticas pero con ganas de contar de la mejor manera posible una historia tanto épica como enormemente sugerente se presenta esta película que combinando entretenimiento y mensaje con el cine de aventuras en tiempos remotos (la prehistoria) como telón de fondo ofrece un curios relato pseudohistórico del origen de la simbiótica relación entre el perro y el ser humano. El realizador Albert Hugues (Desde el infierno, El libro de Eli) no ha pretendido una película meticulosamente fiel a lo que se supone que vino a ser la vida del hombre prehistórico al estilo de En Busca del Fuego, sino una bonita fábula idealizada con una historia sencilla que pueda cautivar a todos los públicos (incluido el infantil). En medio de un derroche de efectos y escenarios digitales para recrear el paleolítico superior cercano a la glaciación se consigue una película naturalista trufada de bellos paisajes (reales o artificiales) realzada por una espectacular fotografía panorámica: lástima que a veces la imagen sea un poco plana y que tampoco ayuden los insertos digitales, por lo que la vistosidad de los escenarios a veces se queda corta.   
                                                                                                              
El hecho de que la historia se ambiente en la prehistoria sirve de perfecta excusa para trazar una historia muy sencilla pero con todo el emotivo aliento épico de tratar de contar un descubrimiento fundamental para la humanidad, si bien de una manera un tanto simplona: Keda (Kodi Smit-McPee) el adolescente hijo de una tribu de Homo Sapiens dedicados principalmente a la caza es dado por muerto tras despeñarse cazando bisontes. Superviviente y tratando de curar sus heridas conoce a un lobo extraviado de su manada con el que al principio rivalizará por la comida pero que en poco tiempo se convertirá en compañero inseparable. Entre el muchacho y el lobo se establece así un vínculo afectivo que hace que el animal se amanse pero sin dejar de proteger a Keda mientras que este madura en su experiencia lejos de los suyos. Pese a que en la descripción de la relación entre el chaval y el lobo hay demasiados lugares comunes mil veces vistos, la película sabe como mantener interés con un diálogo mínimo gracias a unas imágenes evocadoras, pero su inapropiado ritmo y su a veces poco convincente retrato del paleolítico unido a otros anacronismos (el propio nombre del bicho, una palabra griega que una lengua preindoeropea no hubiese conocido, pero claro aquí no está asesorando Anthony Burgess) a veces hacen caer en el tedio y lo estrambótico. Pero no importa, Alpha es un bonito relato que demuestra como desde el cine de evasión se pueden hacer cosas más que interesantes.