jueves, septiembre 20, 2018

UN OCÉANO ENTRE NOSOTROS (THE MERCY)



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Una historia real poco conocida fuera del Reino Unido es la base de una película interesante aunque irregular que sustentada básicamente en el enorme trabajo interpretativo de Colin Firth trata de mostrar el otro lado de la gesta épica con una crónica de fracaso absoluto. La trágica crónica de Donald Crowhust, un pequeño empresario británico que en 1968 decidió tomar parte en la competición de circunnavegación solitaria alrededor del mundo Sunday Times Golden Globe Race con escasa noción de náutica y que termino con el navegante prácticamente perdido y con un supuesto trastorno mental es un material tan apasionante como difícil de moldear a la hora de hacer una buena película y pese al buen hacer de Firth y la esforzada dirección de James Marsh (La Teoría del Todo) la película no pasa del discretismo más absoluto por su sinuosidad y lo poco estimulante que resulta una descripción de los acontecimientos más bien desmañada.

La película no parece apostar claramente ni por el drama familiar en todo lo concerniente a la espera de la necesitada económicamente familia de Crowhurst con una Rachel Weisz muy fría como la esposa del protagonista, ni por el drama psicológico – que en esta historia se antojaba clave- cuando muestra el progresivo proceso de deterioro mental de Donald, un navegante atormentada por la soledad en su viaje y sobre todo por el sentimiento de culpa al estar mintiendo a la sociedad británica- por medio de la prensa- y a su familia sobre los logros de su viaje haciéndose ver como un héroe que no es: al final todo queda demasiado pobre y esquemático reduciendo drásticamente cualquier hallazgo dramático de primer orden. Tampoco ayuda demasiado una morosidad supina a la hora de mostrar escenas marinas y el cambio constante de escenarios en un conjunto que al final no llega a convencer plenamente. Buenas intenciones pero poca eficacia.

lunes, septiembre 17, 2018

LA GAVIOTA (THE SEAGULL)




** y 1/2

Resulta una mezcla extraña de sentimientos ver como obras maestras de la literatura universal se convierten en películas que aunque correctas no dejan de ser rutinarias. El síndrome de las miniseries televisivas- un formato muy habitual para adaptar clásicos literarios- parece haber inoculado una querencia desde la gran pantalla por hacer filmes más bien rutinarios, con medios justos y metraje modeado que a la alrga no hacen justicia a la fuente original, tal es el caso de La Gaviota, la obra teatral que Anton Chejov escribió en 1895 y que ya ha sido llevada a la pantalla en varias ocasiones convertida aquí en una apañada aunque esforzada producción norteamericana dirigida por un hombre de teatro como Michael Mayer que, eso si, se ha esmerado por plasmar lo más fielmente posible la filiación teatral de la historia con una puesta en escena esmerada y un buen trabajo de un interesante reparto. Pero la´s grandezas de aquella historia sobre amores imposibles y el a veces baldío esfuerzo humano ante los avatares del destino aparece aquí apocada y desnaturalizada.

No hay nada reprochable ante una Annette Bening que está más que creíble como la ambiciosa e irresponsable actriz Irina Arkadina, el desencadenante de la historia, o una Saoirse Ronan (¿se esta encasillando esta chica en papeles de época?) que sin estar tan deslumbrante como en otras ocasiones resulta muy apropiada como la joven e inocente pero decidida Nina, incluso el joven y casi desconocido Billy Howle convence aunque con reservas por su inexpresividad como el aspirante a dramaturgo y amante despechado Konstantin Treplyov, pero la trama avanza a trompicones  y la prominencia de diálogos frente el desarrollo de la acción- rasgo puramente teatral- lastran el resultado final. Con todo, es posible que guste a los amantes del teatro y de los clásicos universales.