*** y 1/2
Ya se que llega tarde esta crítica de una de las películas más vistas en España en los últimos meses, pero hasta ahora no ha habido tiempo y oportunidades para verla. El insólito fenómeno en forma de una actriz transexual que ha roto barreras- y ha sido justamente premiada además como mejor actriz en varios certámenes (Premios del Cine Europeo, Festival de Cannes)- ha sido el principal reclamo de esta curiosa y estimulante película francesa con cierta vocación internacionalista (rodada en castellano e inglés en su mayor parte en Francia con un reparto con estadounidenses, españoles, mexicanos, venezolanos o israelíes y ambientada en el país azteca en el que prácticamente no han rodado nada salvo algunos exteriores) y que viene a reciclar- una vez más- el género del cine musical bajo una perspectiva un tanto caricaturesca y manierista principalmente para adecuar el tono un tanto exagerado pero sugerente de su original argumento. C (Los Hermanos Sisters (2019),sorprendente western) competente realizador de cierto regusto hollywoodiense, dirige con soltura y mucho acierto un producto esforzado y muy exigente desde el punto de vista técnico (muchos números musicales con sus coreografías, estética videoclipera y publicitaria, barroquismo a veces almodovariano y oras veces a lo John Waters, montaje complejo) pero que pese a contar con guión ingenioso y a veces audaz muchas veces no logra dar el tono de una historia que no se sabe si se toma o no en serio a si misma -si la respuesta fuera no, tendríamos claro que se trata de una obra genial, pero es que no se sabe a que carta quedarse- y por otra parte su banda sonora, firmada por Clément Ducol y Camille Dalmais resulta irregular en sus temas, aunque la mayor parte de los momentos de tonada sean asombrosos y logrados: pero no nos engañemos, a veces resultan algo previsibles dentro del género pero con momentos de innovación dignos de mención, como la sutil conversión de algunos diálogos hablados en basa rítmica de las canciones.
Jacques Audiard, además de fijar su mirada en Almodóvar y Waters- en realidad referencias más estilísticas que otra cosa- recurre como en otras ocasiones en su filmografía a los hermanos Coen o Tarantino en lo que se refiere al trasfondo de la historia: el sórdido mundo del narcotráfico mexicano, tocado aquí con cierta ironía-desdramatización-pseudomitificación (ese tratamiento del mundo del crimen es algo de lo que saben mucho los cineastas antes mencionados). Un influyente y millonario capo de la droga mexicano Juan “Manitas” Del Monte decide retirarse del negocio y fingir su muerte pasando a vivir con una nueva identidad convirtiéndose en mujer mediante una operación de reasignación de género. Como Emilia Pérez (Carla Sofía Gascón se encarga del personaje en ambos momentos con total credibilidad) el antiguo narcotraficante deviene en una rica filántropa que funda una ONG para encontrar a víctimas del mundo del narco – la mayor parte matadas por ella misma en su anterior identidad, logrando ser una mujer influyente y apriciada en su país. En todo ese embrollo Manitas-Emilia ha contado con la colaboración de la joven e idealista abogada Rita Mora Castro (Zoe Saldaña, su mejor papel hasta la fecha) que aunque escéptica y casi nada convencida accede a ser peón clave del plan de blanqueamiento de la protagonista, pero pronto las cosas empezarán a complicarse para ambas ya que un tercer vertice, Jessica (Selena Gómez) la supuesta viuda del narco, tendrá también algo que decir.
Pese a todas sus virtudes, entre las que se encuentra también unos actores-cantantes convincentes en ambos roles sobre todo Zoe Saldaña que nos muestra su formación musical y de bailarina- este musical con historia y tono propio de un narcocorrido, esta lastrado por su cierta irregularidad y todo lo antes mencionado que le impide ser un filme con excelencia. Pero nada quita para que el público se deleite con un vistoso espectáculo visual y una historia atractiva e interesante.