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Premiada con el Gran Premio del Jurado en la Mostra de Venecia y nominada al Oscar a mejor película internacional, Vermiglio recupera esencias del cine costumbrista rural europeo y del neorrealismo italiano para ofrecer una historia cautivadora tanto en su mensaje de crítica transtemporal como en su forma de excelso filme naturalista y crudo en donde escuchando las palabras de su personajes y viendo sus acciones -la mayoría de las veces silenciosas- tenemos el testimonio de una época (últimos años de la II Guerra Mundial) y de un lugar (una remota aldea de los Alpes italianos) en donde el tradicionalismo y el aislamiento de la sociedad más moderna terminaron afectando totalmente a las gentes que allí vivían sumiéndoles en un estado en donde la evolución y el progreso eran una quimera. Pero siempre habrá pequeñas rebeliones y trangresiones, aunque al fin de cuentas queden anuladas por un entorno opaco ya asfixiante. Esto lo refleja muy bien esta película, segundo largo de ficción de su directora Maura Delpero, quien se ha inspirado en la historia de su familia y ha conseguido un filme bello e intenso a la vez que gélido y dirigido con maestría.
La historia se desarrolla en un año en sus cuatro estaciones comenzando con un crudo invierno en donde la extensa familia del maestro local de la pequeña aldea donde mayor parte de sus jóvenes están en el frente. Precisamente la llegada de dos desertores del ejército, escondidos de las autoridades militares, romperá la rutina local y la vida de la familia del maestro Cesare Graziadei (Tomasso Ragno) cuando su hija Lucia (Martina Scrinzi) inicie una relación al principio a escondidas con el soldado Attillo (Santiago Fontdevila). Cesare, muy preocupado por sus hijos y su futuro (tanto como padre como maestro) pero siempre dentro del riguroso concepto educativo de mediados del siglo XX, advierte de ciertos pequeños cambios en estos (no solo en Lucia) y es que muchos, especialmente las chicas, quieren que las cosas sean diferentes. El adolescente Dino (Patrick Gardener), el mayor de los varones, se rebela ante las imposiciones paternas, Ada (Rachele Potrich) vive atormentada por sus sentimientos religiosos en conflicto con su incipiente sexualidad aún no definida y el temor al pecado y la madre Adele (Roberta Rovelli) ve con resignación seguir aumentando la familia y aceptar los vaivenes del destino. El patriarca, un hombre en realidad sensible y amante de la poesía, la literatura y la música, no parece encontrar el rumbo de la familia en medio de un entorno hermético y esquivo. Muchas de las escenas tiene un enorme componente visual que hace que el frío clima alpino y las imágenes de las montañas nevadas sean un elemento fundamental de una historia precisamente áspera y gélida pero también al mismo tiempo humana, cálida y tierna. Puede tener sus opciones en los Oscar este filme que muestra nuevamente los excelentes productos que últimamente vienen desde el cine italiano.