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Puede
que no resulte muy fácil sumergirse en esta nueva demostración de
la maestría fílmica de Oliver Laxe (Mimosas, O que arde),
al menos al principio, pero conforme va transcurriendo el metraje
uno, de un modo u otro, se va sintiendo más y más atrapado por un
trabajo excelso, extraño, sugerente y poliédrico que según su
director -un autor que no ha necesitado mucho ni tan siquiera
pretenciosidad para alcanzar ese restringido título- pasa por ser su
filme más político y poético de su aún no muy extensa
filmografía. Pero más que esos dos adjetivos, que en realidad
parecen cumplir una función muy contextual y simbólica, Sirat
resulta una película onírica, social y con carácter de
cuento-fábula. Si, es el mejor trabajo de Oliver Laxe hasta la fecha
y por el momento la mejor película española del año, pero más
allá de cualquier contexto espacio-temporal, Sirat resulta un filme
poderoso e impactante con un mensaje universal que de nuevo nos pone
en frente de las contradicciones de nuestra sociedad occidental. El
Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 2025 es un galardón
más que merecido para esta inusual obra.
La
zona desértica del sur de Marruecos es el escenario íntegro de la
historia (aunque además del país norteafricano parte haya sido
rodada en Teruel y Zaragoza), todo en exterior, todo en parajes
naturales y con estilo casi de documental geográfico, porque aquí
el paisaje, el terreno cumplen el papel fundamental. Actores
aficionados -en su mayoría de nacionalidad francesa- conforman el
reparto donde un descomunal Sergi López- intérprete de hecho con
bastantes vinculaciones con Francia- es el único intérprete
profesional dando vida a Luis, el personaje central de la historia.
El protagonista acude junto con su hijo menor, Esteban (Bruno Nuñez,
pequeño gran actor) a una aislada rave en el desierto poblada de la
consabida fauna pastillera y colgada bailando al son de una hipnótica
música electrónica; su finalidad es encontrar a al hija mayor, una
adolescente que se fue de casa un día sin decir nada y de la qque su
familia piensa que tal vez se encuentre. El entorno al principio es
extraño, marciano e inquietante para Luis y Esteban y también para
el espectador, que asiste desde el comienzo a una sucesión de
imágenes y sonidos (electrónicos) sin apenas diálogos que dicen
bastante claro que va a comenzar un viaje alucinante. La búsqueda de
la muchacha parece infructuosa pero Luis no se rinde y termina
aliándose con un quinteto de ravers franchutes que se desenvuelven
bastante bien en castellano: Stefania Gadda, Richard “Bigui”
Bellamy, Jade Oukid, Joshua Liam Henderson y Tonin Janvier, todos
ellos (excelentes) actores no profesionales que se interpretan a si
mismos: una extraña troupe de outsiders que en si misma representa
en el relato el lado más oculto, freak y alternativo de una sociedad
que se nos presenta como fracasada. Junto con padre e hijo, conforman
una especie de “seis magníficos” contemporáneos que irán en
busca de una persona extraviada en una película cuya estructura y
estética le debe mucho al western, pero también a William
Borroughs, David Lynch, Alejandro Jodorowsky y Lars Von Trier. Hasta
hay alguna traza del Bergman del El Séptimo Sello y
la saga Mad Max. Pronto lo que parece la trama central
del filme se revelará como un McGuffin tramposo mientras la película
proseguirá con su carácter visual y simbólico mientras los
personajes llevan a cabo su viaje hacia ninguna parte encontrándose
en medio con la tragedia y el caos.
Es
este un filme que fluctúa con mucha maestría entre lo mágico (en
apariencia) y cálidamente humano y lo social y realista: la guerra
de Marruecos con el Sahara aparece de refilón y también el tema de
los refugiados, siempre con la visión generalista de los desastres
de la guerra que poco a poco se va adueñándose de la historia hasta
extenderse y engrandecerse con el mal producido por el ser humano en
general. El dolor, la pérdida, la desesperación se irán apoderando
de los personajes en un viaje espiritual que no sabemos muy bien a
donde lleva y de hecho cuando finaliza la película seguimos sin
saberlo. La crudeza de muchos momentos azota literalmente la película
y nos hace partícipes de ese extraño viaje que cada vez es más
hipnótico y también más desesperado, captado por una poderosa
fotografía y un sonido alucinante -más allá de la machacona y a
veces desagradable pero a ratos fascinante música trance electrónica
que se oye- que convierten a esta película en un muy grata
experiencia cinéfila. Totalmente recomendable.