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La
mezcla del cine comercial con el cine de autor no siempre sale bien y Darren
Aronofsky, realizador en sus comienzos de películas ásperas y sesudas pero
visualmente impactantes y con poso rompedor como Pi (1998) o Réquiem por un
sueño (2000) -que le convirtieron en
un cineasta de culto-, no siempre ha visto sus a veces demasiado pretenciosas
experiencias saldadas con éxito y en este sentido su adaptación del tema
bíblico en Noé resulta un paradigma
tal vez demasiado exagerado y evidente de todos sus excesos como director. El
responsable de la excelente y turbadora Cisne
Negro (2010)- su obra maestra- y de la un tanto más alejada de sus
temáticas El Luchador (2008) en esta
ocasión ha mirado descaradamente al cine espectáculo pero de una manera
bastante incorrecta y desacertada. Aunque la película está trufada de mensajes
filosóficos (más que religiosos) e imágenes alegóricas desigualmente
presentadas, la posible búsqueda de un público amplio he hecho que esta sea un
poco medida mezcla de fantasía épica, cine de catástrofes, cine de acción, drama
y los ya mencionados elementos filosófico-metafísico-teológicos que por otra
parte solo resultan livianos y anecdóticos. Demasiados efectos especiales y
escenas-mamotreto (casi siempre conseguidas por ordenador) en un espectáculo
que a veces resulta interesante e incluso estimulante, pero que se pierde por
un guión absurdo y con altibajos cada dos por tres y un empacho de pretensiones
que termina por desorientar a todo Quisque, por que ¿Qué es en realidad lo que
se propone este filme? ¿Dar una visión sobre la historia del mal en al
humanidad? ¿Establecer una visión propia
revisada del Génesis bíblico con tufillo new age para que sea del gusto de
ciertos nichos de público? ¿Hacer sencillamente un filme comercial pero que
guste a espectadores más exigentes, o viceversa? En todo caso, este Noé, encarnado con corrección por Russel
Crowe, resulta poco convincente y eso que podía esperarse algo más de un
director como Aronofsky, que demuestra estar demasiado maniatado a lo que sus
seguidores esperan de él.
Hay que reconocer no obstante que la elección de
una estética alejada de los a veces impostados cánones bíblicos o de peplum
resulta muy acertada y atractiva, así como ese tono postapocalíptico en paisajes
desérticos. Tampoco es rechazable el inserto de varios momentos visuales
descontextualizados con su perceptiva simbología, pero el inadecuado afán de
esta película por estructurarse como si de El
Señor de los Anillos se tratase y lo ridículo de varios momentos de la
historia al final no deja ningún poso satisfactorio. Espectáculo con
pretensiones de trascendencia muy mal hilvanado.
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