**
La
nueva aventura cinematográfica de la franquicia comiquera X Men muestra de
todo: signos evidentes de agotamiento de ideas, afán de lucro a costa de
estirar artificialmente algo que hace tiempo ha dejado de dar mucho más de si, supremacía
de los efectos especiales frente a cualquier otro concepto y en definitiva,
voluntad únicamente de cumplir el expediente. Bryan Singer, director prometedor
en los 90 pero en la actualidad solo un cineasta del montón vuelve a situarse
ante las cámaras de una nueva entrega de la “Patrulla X” (como se conocía al
tebeo original por estos lares en los 70 y 80) en un producto que solo
convencerá a los fans de la saga. No obstante, la premisa de esta secuela/precuela
de las tres primeras entregas y que sigue la estela de la precuela X Men: Orígenes (2011) posee como
principal atractivo el plantear una historia transtemporal correctamente
planteada siguiendo los cánones de la ciencia ficción de los viajes en el tiempo
y de las digresiones temporales (aunque pésimamente resuelta) y el reunir toda a
una legión de sugerentes personajes superdotados salidos de las páginas del
cómic de Marvel y de los que en su mayoría ya habían tenido protagonismo en
anteriores entregas (aunque aquí cada uno con un nivel de importancia dispar,
desde personajes principales hasta meros figurantes). Así, Hugh Jackman vuelve
a ser Lobezno, Halle Berry se vuelve a meter en la piel de Tormenta o Shawn Ashmore se reencuentra como
el Hombre de Hielo como personajes de los tres primeros episodios, mientras que
el hecho de situar la historia en dos épocas diferentes (2023 y 1973) hace que
el Charles vavier y Magneto sean encarnados por dos actores diferentes cada
uno, los que les dieron vida en las pelis “contemporáneas” (Patrick Stewart e
Ian McKellen respectivamente) y en la precuela ambientada en los 60 Orígenes
(James McAvoy y Michael Fassbender). Pero una sobrecarga de personajes a
veces intrascendentes en la historia y un afán por mostrar todos los clichés y
elementos comunes de la saga rematando todo con un guión con más agujeros que
un colador y muy predecible resta solidez a una película que no sabe como
combinar un espectáculo de efectos visuales totalmente salido de madre con un
relato cuasiapocalípctico con pretensiones de trascendencia.
El viaje en el tiempo de Lobezno desde un 2023 en
donde los mutantes están siendo exterminados por unos robots construidos
durante 50 años para tal efecto hasta 1973 para convencer a unos jóvenes y enfrentados
Xavier y Magneto de que unan sus fuerzas para impedir que la también mutante X
Mística (Jennifer Lawrence) desencadene los acontecimientos que están
propiciando la desaparición de los mutantes es la base de una historia que no
consigue levantar una película fantástica en condiciones. Además de bastantes
incoherencias en todos los elementos de la saga y bastantes pifias temporales
fruto de la propia sustancia del guión- empezando por lo extraño que resulta
que en 2023 los personajes más veteranos tengan una apariencia física que
correspondería a diez años antes- un maremagnun de momentos bastante salidos de
madre y un exceso de pirotecnia efectista a base de efectos tan espectaculares
como cansinos solo hacen que Días de un futuro pasado caiga en la mediocridad
por muchos elementos melodramáticos, pseudofilosóficos e incluso de política
ficción que se hayan tratado de insertar (el Richard Nixon que aparece en esta
película es sencillamente patético), sin olvidar que hay también algún discurso
por parte de los protagonistas que da auténtica grima por sus connotaciones
pseudofascistas. En fin, que la cosa parece que ya no da más de sí pero ojo que
se anuncian más secuelas y spin off, aunque mas por motivos contractuales que
por otra cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario