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Un
más que estupendo filme biográfico hecho con sumo cuidado en todos sus aspectos
(ambientación, rigor histórico, guión inteligente, fiel a los acontecimientos y
elaborado) y que pone de manifiesto que no es necesario caer en los clichés
hollywoodienses de los biopics para realizar una obra que puede resultar
enormemente interesante y apasionante. Y es que era necesario mantener un punto
de vista cien por cien europeo para mostrarnos un pasaje fundamental en al vida
de un escritor e intelectual de la significación del austriaco Stefan Zweig,
figura clave en las letras germánicas del siglo XX y marcado por la persecución
que sufrió durante la época del nazismo en Austria y Alemania por su condición
de judío. Su exilio a partir de 1939 en Estados Unidos y sobre todo en Brasil-
país donde gran parte del filme está rodado-
es lo que cuenta esta película que se desarrolla en los tres últimos
años de la vida de Zweig, un hombre que terminó apesadumbrado y enormemente
preocupado por el ascenso de al intolerancia y al barbarie en todo el mundo,
representados por el nazismo y la II Guerra
Mundial. Ni tan siquiera su exilio en un país tan exótico y extrañamente
atractivo para él como era Brasil y el apoyo de sus amigos y familia logró
borrar de él una depresión que le llevaría al suicidio. Josef Hader encarna
magistralmente a Stefan Zweig en todos sus matices y se adueña totalmente de la
película, una coproducción entre Austria, Alemania, Francia con reparto internacional
y rodada en seis idiomas: alemán, inglés, portugués, español, francés e
italiano, aunque no oigamos la lengua de Goethe ya que lógicamente esta doblada
al castellano (no obstante personajes argentinos y de otros países hablan
originalmente en español).
Combinando
genialmente el drama psicológico y la crónica biográfica, la película triunfa
en su intento de ofrecer una metáfora correlativa sobre el desarraigo personal
y la decadencia de la moral humana representada por el odio entre los seres
humanos y la guerra. Una puesta en escena magistral con diferentes ambientes
muy bien presentados como escenarios nichos (el luminoso retiro en la jungla
brasileña y las plantaciones de caña en Brasil, los ambientes urbanos
académicos en ciudades como Buenos Aires y el ambiente de realismo decadente
del exilio-reclusión estadounidense) y un guión nada moroso aunque puede que
irregular en el ritmo potencian las virtudes del filme, en donde además de
Hager destaca la interpetación de la gran Barbara Sukowa- la que fuera musa de
Fassbinder- como Friderike, la atribulada esposa de Zweig, un personaje también
con muchos matices. Y al final del filme, un mensaje claro y atemporal que
resume muy bien la figura de un personaje como Stefan Zweig
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