domingo, septiembre 13, 2020

LA BODA DE ROSA

 


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Iciar Bollain en su faceta de directora sigue sumando credibilidad. Después de la que ha sido su mejor filme hasta el momento, El Olivo (2016), la actriz y realizadora madrileña firma una película no tan brillante como aquella pero resultando al fin y al cabo un trabajo aceptable en su pretensión de firmar una comedia-drama costumbrista con mensaje. Es cierto que la película peca de irregular y que su guión en algunos momentos parece forzado, pero el conjunto en si funciona impecablemente gracias sobre todo al excelente trabajo interpretativo de su protagonista, una exultante Candela Peña que da vida a la Rosa del título, una mujer de 45 años sin pareja, madre soltera de una joven de 20 años, abuela prematura, cansada de su empleo y harta de la presión familiar de su padre viudo y de sus dos hermanos que decide romper con todo y reconciliarse por fin con ella misma en un intento desesperado de autoafirmación personal. El medio: casarse con ella misma. La actriz se adueña de cada plano en el que interviene y otorga a su personaje una enorme profundidad llena de matices (inseguridad, nostalgia, cariño pero hartazgo con sus allegados, responsabilidad ante los acontecimientos) que la intérprete sabe mostrar excelentemente. Aunque en la historia nos faltan muchos datos sobre el personaje, estos no se echan en falta gracias al carisma que derrocha.

Esta es una película de intérpretes en donde un reparto eficaz lleva una historia muy sencilla a buen término. Sergi López, Nathalie Poza (estos como los hermanos de Rodsa), Ramón Barea como el padre de la protagonista, y Paula Usero como su hija realizan una muy buena labor. La historia hace énfasis en las relaciones y los conflictos familiares y tanto los elementos dramáticos como de comedia parten de esa raíz con la descripción de situaciones claramente reconocibles. Pero principalmente La Boda de Rosa es una película psicológica y de maduración y aunque su mensaje suena un poco reiterativo nunca está de más recordarlo. Puede que no entusiasme al espectador más exigente o a los que esperaban un filme de las magnitudes de El Olivo, pero esta es una película amable que sin caer en lo pasteloso ni en el exceso melodramático cumple con creces.   


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