jueves, agosto 26, 2021

ANNETTE

 

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El espectador que conoce la filmografía del francés Leos Carax ya sabe que se va a encontrar ante una película inusual, bizarra y marciana. Si con Pola X (1999) demostró su gusto por lo difícil de digerir y con Holy Motors (2012) se embarcó en un  extravagante y sensacional experimento que llegaba a cotas de delirio, en su debut rodando en inglés (aunque sigue siendo una producción europea) el realizador demuestra que lo provocador de sus propuestas puede conjugarse con el cine más o menos comercial incluso adentrándose en un género como el  musical que por cierto se presta mucho para juegos, experimentos recreativos y golpes de efecto de todo tipo (como a él le gusta). Annette es en definitiva un muscal manierístico y grandgiñolesco en lo que más que sus canciones y números musicales lo que importa es su historia, contada de manera dramática y con un discurrir más o menos convencional pero atravesado por diferentes ráfagas de excentricidad y, por que no, locura genial. Ya la génesis del proyecto resulta llamativa cuando el guión, junto con el propio Carax esta firmado por los hermanos Russell y Ron Mael, miembros del mítico grupo Sparks, uno de los grupos más inhóspitos e inclasificables de la historia del Rock y el pop desde principios de los 70. Y por supuesto, son Sparks quienes firman las canciones de este filme arregladas en su mayoría de manera operística pero siempre siguiendo la impronta bizarra de su música y letras, perfectamente adecuada para el universo de Leos Carax. Annette se postula en definitiva como un exitoso experimento en donde su mensaje y moraleja resultan muy claros y llamativos dentro del contexto actual de la cultura del éxito, el culto al famoseo y ya desde otro nivel, el triste ascenso de relaciones humanas (familiares, de pareja, de amistad) tóxicas.

La película de hecho se plantea casi como una epopeya operística de tintes trágicos centrada en la relación entre dos seres en la cumbre: el humorista stand up Henry McHenry (Adam Driver) y su esposa la soprano operística Ann Defrasnoux (Marion Cotillard). Ambos gozan de prestigio y reconocimiento del público en sus campos, pero Henry, egocéntrico, machirulo, inestable y extrañamente celoso del éxito de su mujer parece vivir su propia existencia como una pesadilla y contempla su matrimonio como un problema y un obstáculo. El nacimiento de una hija, Annette, parece poder llevar por fin a una estabilidad en la relación de la pareja, pero las cosas no son lo que parecen y un trágico suceso llevará a una nueva y sorprendente situación. En esta compleja historia de celos, violencia psicológica y abusos machistas, además del código del musical que ya de por si imbuye todo de irrealidad, abundan los trampantojos, la teatralidad y una visualidad de cartón piedra salida de madre puesta eso si al servicio del sentido de la historia. La pequeña Annette esta interpretada por una indisimulada marioneta como expresión metafórica, lo que nos indica de cómo van los tiros en esta película. Unos Driver y Cotillard excepcionales, una extravagante puesta en escena muchas veces al servicio de la música (los propios actores cantan la mayor parte de sus canciones, salvo los fragmentos de soprano de Cotillard) y algún recurso técnico curioso como la utilización del video en algunas secuencias refuerzan el atractivo de un filme que demuestra que las locuras de Leos Carax (hace un Cameo como él mismo al principio del metraje) son de los más fascinante y original del cine actual.

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