jueves, mayo 04, 2023

LOS BUENOS MODALES

 

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Aunque el intento por hacer una comedia-drama con amable y con mensaje trascendente dentro de un identificable costumbrismo ibérico es loable, lo cierto es que el tercer largometraje de Marta Díaz se queda corto en varias cosas. Con una narración que avanza muy torpemente y unas situaciones a veces presentadas de manera forzada, esquemática o ambas cosas a la vez es muy difícil manufacturar una  buena comedia de estas características. Si bien es cierto de que se trata de una película de actores (bueno, más bien de actrices ya que las mujeres copan prácticamente todo el plano interpretativo del filme) y en ese sentido el trabajo de dirección es encomiable y todo el reparto, en especial sus dos protagonistas, tratan de echar el resto, no es menos cierto que se descuida mucho otros elementos empezando por un guión irregular: sólo al final del metraje la película adquiere cierto sentido y se puede decir que toma cierta altura en cuanto consistencia general. Los Buenos Modales no termina de convencer pese a esforzado afán por presentar las múltiples caras (dramáticas y a veces absurdas) de un tema tan correoso como son las rencillas familiares y sus consecuencias. 

Elena Irureta y Gloria Muñoz, dos actrices veteranas que han conocido más (merecido) éxito en su etapa madura que hace años, interpretan a dos hermanas, Rosario y Manuela que llevan años sin hablase lo mismo que el hijo de Rosario (Ricard Farré) y la hija de Manuela (Inma Cuesta), ya casados y padres de hijos pequeños. Precisamente es el hecho de que la nieta de Rosario y el nieto de Manuela llegan a conocerse casualmente lo que llevará a un inesperado e indeseado reencuentro entre las dos hermanas. Milagros (Carmen Flores)  y Trini (Pepa Aniorte), las respectivas asistentas de las familias de sus hijos cumplirán un papel central para tratar de deshacer el entuerto y procurar la reconciliación entre ambas familias, línea argumental esta que retrotrae inevitablemente a los sirvientes listillos y pícaros del teatro clásico que en esta ocasión se reviste de un facilón costumbrismo contemporáneo adobado con tontorronas subtramas de enredo  que suponen con diferencia lo más flojo de la película; con todo, el buen hacer de ambas actrices hace llegar a buen puerto sus intervenciones, que es de lo más destacable del filme, algo que no se puede decir de sus intérpretes más jóvenes (Cuesta, Farré y  Bárbara Santa Cruz) que están despistados y perdidos. No obstante hay buenos momentos y apuntes ingeniosamente divertidos (esa crítica al rol de los abuelos como cuidadores de nietos) y el tono más dramático esta muy bien presentado (aunque de manera tal vez algo insuficiente) y no desentona en ningún momento con el elemento comediático. Esta película no pasará a los anales del cine español, pero se deja ver.      

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